Arquitectura Diseño EDICIÓN Nº182
Serendipia en Villa Tulumba
Un puñado de manzanas alineadas entre prolijas calles de piedra y farolas que alumbran aun cuando el cielo nocturno basta. Villa Tulumba es una tacita de plata perdida en el […]
Un puñado de manzanas alineadas entre prolijas calles de piedra y farolas que alumbran aun cuando el cielo nocturno basta. Villa Tulumba es una tacita de plata perdida en el norte cordobés. Anclado en un tramo del Camino Real, que en tiempos del Virreinato unía el puerto de Buenos Aires con el de Lima, Perú, su estirpe colonial se mantiene intacta para delicia del viajero. Hasta ahí llegó Juanchi Ordóñez con el sueño de abrir una posada en un lugar agreste y alejado del circuito turístico, como la que fundó hace años en Atins, Brasil, cuando decidió abandonar la profesión de abogado y dedicarse a la industria del hospedaje.
Todo fue cuestión de serendipia: quería una casa, pero encontró una construcción en ruinas con su patio oculto entre los yuyos. “Este fue un enclave de mucha importancia. Acá vivía también la familia Reynafé, tristemente célebre por el asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco. Hoy forma parte del programa Pueblos Auténticos que intenta restaurar las casonas antiguas y capacitar a los vecinos para recibir el turismo. Estamos entre el Parque Nacional Ansenuza y la reserva de Salinas Grandes, dos sitios de naturaleza impactante” cuenta el anfitrión.
La reforma de la propiedad tomó tiempo, pues en todo momento se trató de preservar su esencia criolla original. La planta es bien simple: tres alas alrededor del patio andaluz y orientado de tal forma que, en cada estación, procura sol y sombra cuando se debe. “Empezamos la obra cinco años atrás, pero en los últimos dos lo hicimos profesionalmente junto con el Estudio R, de la arquitecta Inés Roca, para transformar los cuartos en cinco suites, de las cuales tres están en funcionamiento. Una parte de la edificación tiene contrafuertes, y un arquitecto especializado nos dijo que posiblemente ese sector tenga la edad del pueblo, que es del 1600. Esa parte se une a otra de estilo italianizante, construida en 1905”.
Junto con su esposa Lucrecia, que después se sumó al proyecto, actualizaron las instalaciones para ofrecer más confort a los huéspedes. “No queríamos que perdiera su esencia de rancho. Es una casa nada majestuosa, pero hecha con amor por los detalles. La bautizamos Andaluzía y hoy es un proyecto de vida y de familia que se complementa con la reserva de monte nativo que tenemos a ocho kilómetros, y con la posada en Brasil”.
CREDITOS: Estudio R Arquitecta Inés Roca
Producción: Arqs. Josefina Roca y Olivia Gutiérrez Urquijo
PH: Julia Ramos
Texto: Marina Gambier