Los espacios firmados por Tomás Magrane son conocidos por estar cargados de una sensibilidad muy propia que se expresa en la unión de la arquitectura clásica con una espacialidad contemporánea, […]
Los espacios firmados por Tomás Magrane son conocidos por estar cargados de una sensibilidad muy propia que se expresa en la unión de la arquitectura clásica con una espacialidad contemporánea, y en una cuidada atención al interiorismo. Ese registro es notable en el piso de 300 metros cuadrados ubicado en un edificio de líneas francesas, sobre Av. Del Libertador, que intervino a pedido de un matrimonio con tres chicos. Perspectiva, flexibilidad y transparencia: tres de los principios estéticos que Magrane prioriza en todos sus proyectos se articulan aquí como un cóctel con los ingredientes justos.
“Me interesa manejar el espacio de manera tal que pueda generarse la perspectiva. Siempre diseño un gran eje que une los diferentes ambientes y origina fugas, un estilo que me da paz” declara Magrane. El concepto de flexibilidad se materializa en puertas corredizas que permiten unir o separar espacios, “las casas tienen que adaptarse a las necesidades cambiantes de una familia” dirá el autor. El tercer recurso, la transparencia, se logra con la puerta de vidrio repartido de la cocina que permite el ingreso de luz natural desde un gran ventanal próximo a un pasillo.
La interiorista Josefina Somoza integró la paleta de colores de las obras de arte con el equipamiento -algunos muebles se compraron especialmente y varios sillones fueron retapizados-. Alfombras que aportan calidez y pinceladas de dorado aquí y allá completan este proyecto en el que todo está conectado visualmente.