Arquitectura  Decoración  EDICIÓN Nº 177 

Hasta la Oficina Caminando

Hay quienes aseguran que ir caminando al trabajo y evitar largos trayectos en auto es sinónimo de calidad de vida. Con esta certeza, un matrimonio de profesionales salió a buscar […]

En el living y comedor, muebles de Solsken. Almohadones de Compañía del Comercio, floreros de Cristian Mohaded, escritorio de BoConcept, mesa de comedor de Artek Neo, lámpara de Artemide. Los cuadros son de Silvia Rubinson y Nora López Barry, con curaduría de Vicky Peláez de Quintana Casa.
Al entrar al departamento impactan las copas de los árboles que asoman por los ventanales y, más allá, la belleza del Parque Thays.

Hay quienes aseguran que ir caminando al trabajo y evitar largos trayectos en auto es sinónimo de calidad de vida. Con esta certeza, un matrimonio de profesionales salió a buscar un pied á terre cerca de su oficina en Recoleta y así reservar su casa de San Isidro para los fines de semana. Un plan perfecto, ya que los dos hijos mayores también trabajan en el centro y los dos menores estudian en la universidad.

Para los pisos se eligió porcelanato símil madera, práctico y fácil de limpiar, como pidieron los clientes. En el hall de entrada, biombo de madera diseñado por Beatriz Blanco “para que la luz se tamice un poco al entrar”. Sillón y mesa de madera de Solsken, porta velas Viz a Viz de José Luis Zacarías Otiñano y María Garzón Maceda. En la cocina mueble laqueado gris y mesa silestone blanco norte.
La reforma de estos 160 metros cuadrados dio lugar a tres cuartos, tres baños y una cocina semi integrada al living comedor, una propuesta acorde a las necesidades de un matrimonio con cuatro hijos.
La dueña de casa y la arquitecta coincidieron en que el baño fuera íntegramente blanco, incluidos las puertas y el panel, diseñados por Beatriz Blanco en acrílico de gran espesor, de Acrílicos Lamanna. “Es un material liviano y seguro”, aclara. Revestimiento portobello bianco pighes, bacha de Cree, mueble de Villanueva Hnos, grifería y ducha de Hansgrohe. En el cuarto de los chicos, cortinas de Riel Americano.

El nuevo capítulo empezó cuando finalmente encontraron un lugar a cinco cuadras del trabajo. Convocaron a la arquitecta Beatriz Blanco para ejecutar la reforma que tomó seis meses de obra: “el departamento estaba destruido. Tenía cielorrasos de distintas alturas, un living compartimentado, papeles de distintos colores, griferías antiguas. La consigna fue clara: tenía que ser fácil de mantener, de limpiar y espacioso”. Así, las paredes se tiraron abajo para crear ambientes con más luz, y la cocina y baños se hicieron a nuevo. “Como mis clientes son detallistas y le dan importancia a la estética, instalamos las cañerías de la calefacción debajo del piso, y para preservar la fachada, la unidad exterior del aire acondicionado se ocultó en el aire luz del edificio”. El interiorismo se resolvió mezclando texturas en una paleta neutra y los muebles, en su mayoría de Solsken, aportan calidez.

Texto: Marina Aranda.

Fotos: Adela Aldama.

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