Arquitectura Diseño Edición Nº 183
LOS MIL COLORES DEL VIDRIO
Hay dos constantes en la obra de la joyera Luz Arias: el vidrio y el tiempo. Al exponer el vidrio a altas temperaturas, la artista obtiene un elixir blando […]
Hay dos constantes en la obra de la joyera Luz Arias: el vidrio y el tiempo. Al exponer el vidrio a altas temperaturas, la artista obtiene un elixir blando y maleable que puede transformarse en uno de sus “objetos portables”, es decir cadenas, collares, anillos, floreros. El éxito depende del respeto por los tiempos del material. “Con el vidrio caliente tengo que decidir rápido qué voy a diseñar, es un trabajo que compromete todos los sentidos”, explica Luz, que además colecciona relojes de arena de distintas duraciones: dos, quince minutos, media hora. “Me parece increíble esa situación en la que el tiempo pasa cayendo por un agujerito de un lado al otro”. También recopila trompos de madera con los que se podría examinar el tiempo mientras dura el ímpetu del giro. Estos y otros tesoros iluminan los espacios sociales de su casa en San Isidro junto a objetos de Alvar Aalto, una colección en vidrio blanco y campanas que protegen esculturas y pequeñas piezas en laca japonesa hechas por la anfitriona. Los sillones y mesa Tulip con tapa de mármol de carrara de Eero Saarinen, y los sillones tapizados con géneros de Marimekko demuestran su pasión por los diseñadores finlandeses.
El romance con el vidrio nació de su admiración por el trabajo de Alejandra Seeber, quien mediante la técnica de soplado da vida a sus “burbujas de diálogo”, una de las cuales cuelga del techo del living. “Eran dos, se las compré a mi amiga la galerista María Casado, pero una se rompió. Antes yo hacía joyería clásica y empecé a trabajar con vidrio borosilicatado por Alejandra. Si miro para atrás, me doy cuenta de que siempre me gustó este material”.
PH: Arq. Daniela Mac Adden.
Texto: Marina Aranda.