Decoración
Opus a cuatro manos
La misma generación y el mismo amor por la arquitectura. Fabián Parra estudió en la Universidad de Buenos Aires y se graduó como arquitecto en 1989; casi en simultáneo, en 1990, Jorge Muradas completaba sus estudios en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata.
Y fue en los angostos pasillos de una edición de Casa FOA que se conocieron. “Años atrás recorriendo la muestra me sorprendió un espacio resuelto con alto grado de conceptualización, extrema pureza y rigurosa selección de objetos. Conocí su alma antes que a él”, recuerda Parra. La escena se completa con los detalles que aporta Muradas: “era 2002 y, desde entonces, cada vez que gané un premio siempre pienso que, en parte, se debió a que Fabián no se presentó en esa edición, porque tiene un talento y una potencia creativa enormes”.
No se parecen, pero se complementan. Piensan los espacios con una clave en común: “sus proyectos podrían perfectamente ser míos y los míos podrían atribuírseles”, apunta Muradas. Por eso, no fue extraño que Parra lo convocara para realizar el interiorismo de esta vivienda: “en esta obra en particular sentí la necesidad de alejarme del diseño interior. Le di libertad, la misma que me dieron los clientes”.
Fabián dice que lo inspira lo elemental, la resolución inteligente de lo complejo llevado a su mínima expresión. La sentencia podría llevar la firma de Jorge Muradas. Una comunión virtuosa.
La propiedad es una vivienda familiar de fin de semana. “Necesitaban que se resolviera de manera simple e independiente”, señala Parra. Por eso elaboró una planta “que desarrolla un clásico concepto de patio interno en torno a un jacarandá que llena de magia la dinámica del espacio, en un ámbito recoleto que contrasta con la fachada austera, despojada de cualquier lenguaje referente, al punto tal de no percibir el acceso”. Según el arquitecto, es esa secuencia espacial que juega con la luz lo que define la arquitectura.