Decoración
Como en el campo, EN RETIRO
Él es un apasionado coleccionista de arte argentino contemporáneo. Buscaba un lugar donde vivir en el centro de Buenos Aires, un departamento antiguo de buenas dimensiones y donde pudiera exhibir […]
Él es un apasionado coleccionista de arte argentino contemporáneo. Buscaba un lugar donde vivir en el centro de Buenos Aires, un departamento antiguo de buenas dimensiones y donde pudiera exhibir sus cuadros de manera flexible, si la colección se ampliaba o el impulso de cambio que lo caracteriza pedía modificaciones. Cuando vio este dúo de departamentos en el último piso de un edificio en el barrio de Retiro que le ofrecía anotar un tic en todos los ítems de su wishlist –techos altos, múltiples huellas de la arquitectura francesa de antaño, la calidad espacial de este tipo de construcciones y una terraza sencillamente única–, supo que la búsqueda había terminado.
Marisa Prado realizó una primera reforma que integró los dos semipisos en uno solo, llenó de plantas la terraza y resolvió restauraciones y pátinas. Más tarde el dueño de casa llamó a una amiga de siempre, Amparo Benítez Gancedo, para que lo ayudara a ubicar los muebles que ella misma le había hecho para su departamento anterior y completara la ambientación con otros nuevos, ahora que el espacio se había multiplicado. Amparo, que es diseñadora de interiores pero se dedica casi exclusivamente a vender muebles que diseña o realiza a pedido, también colaboró con la iluminación y el colgado de las obras. “Pusimos rieles en toda la casa, lo que le permite cambiar continuamente los cuadros de lugar. Él compra, se aburre y cambia, así que eso era lo que más le importaba. Con respecto a los muebles, excepto el sofá Chesterfield del living, que lo acompaña hace años y él adora, le hice absolutamente todo, buscando que la decoración diera al departamento un aire liviano y actual en contraste con la caja antigua”, indica la responsable de la marca Amparo be.
Después de las intervenciones y a la vuelta de las compras a las que lo lleva su ferviente afición por el arte vernáculo, el dueño de casa define a su pie porteño como “un oasis sobre Plaza San Martín que, dadas sus dimensiones, su terraza y su verde, me permite vivir en plena ciudad como si estuviera en una casa en el campo”.