Edición Nº184  Preguntas Picantes 

Señoras y señores, un gran actor

Mitad francés mitad argentino, actor de extensa trayectoria en cine, televisión y también en teatro, desarrolla su trabajo entre Argentina, Brasil y España. En breve estrena El cazador y el […]

Mitad francés mitad argentino, actor de extensa trayectoria en cine, televisión y también en teatro, desarrolla su trabajo entre Argentina, Brasil y España. En breve estrena El cazador y el buen nazi en el teatro El Tinglado de Buenos Aires. 

Foto de Pablo Bursztyn sobre Decime Vos!. Acrílico de Juan Pablo Lacroze.

¿A quién admirás y por qué?

A Caetano Veloso, que desde mi adolescencia acompañó toda mi vida. Ha sido muy ecléctico y se ha sabido nutrir absolutamente de todo. Y lo ha plasmado con una belleza increíble, tanto en sus melodías como en sus letras, siempre buscado nuevos desafíos y asociaciones con otros músicos. Además, tengo su amistad. Poder compartir con él momentos personales es único. 

 ¿Cuáles crees son los mayores vicios de los actores argentinos?

No creo que haya vicios particulares en los argentinos. Somos un pueblo que “venimos de los barcos”, como dice Litto Nebbia, y tenemos esa capacidad de adaptación de los inmigrantes. En todas partes del mundo nos respetan, por ese ser tan particular, fuente inagotable de maravillosos artistas.  

Algún trabajo del que te hayas arrepentido…

Mi maestro Agustín Alezzo decía que la carrera del actor transcurre mejor diciendo que no, más que sí. Pero durante un tiempo no tuve mucho margen para elegir. Recuerdo una película que hice con Sofovich, El telo y la tele… pude repartir un montón de tarjetitas entre los amigos (risas). También hice un programa para niños: El tío Porcel. Esos trabajos no me dieron prestigio, pero fueron formando el oficio, palabra que me gusta usar. Hoy tengo posibilidad de elegir lo que hago, pero creo que todo eso cumplió su misión.  

¿Qué es lo peor que te puede pedir un director?

Soy bastante maleable, pero quizás lo que más me molesta es lo que a todos: repetir muchas veces una escena. Uno tiende a repetir lo que salió muy bien en la primera toma, y ya no es lo mismo. Volver a encontrar ese momento es el gran dilema del actor. 

¿Alguna gaffe que hoy te haga reír?

Trabajé en Canal 13 en un unitario llamado Dulce Anastasia. Graciela Borges era protagonista y había actores muy prestigiosos. Entonces tenía el pelo largo y enrulado, y me lo engominaron para hacer un mayordomo. A pesar de que sólo tenía tres entradas muy breves, fui a todos los ensayos. Quería conocer esos actores a los que admiraba. En la primera entrada tenía que decir: “Señores y señoras, la Condesa de Ingresen”. Y entraba Niní Gambier, una gran actriz. Se grababan bloques enteros, sin cortes. Muchas horas de grabación, no se podía fallar, era como teatro. Yo tenía veinte y tantos, uno de mis primeros trabajos. Muy nervioso, repetía mil veces la letra. Llegó el momento, y salió muy bien. Al día siguiente el mismo bocadillo y volvió a salir bien. La última, al tercer día, muy tarde, la gente estaba cansada y con ganas de irse a la casa. Esta vez tenía que decir: “Señoras y señores, el coche los espera”. Pero entré y volví a decir: “Señores y Señoras, la Condesa de Ingersen”. Lo peor que te podía pasar era que los técnicos apagaran las luces como sucedió. Hubo que repetir todo el bloque entero, desde el comienzo. Durante un par de años no quise pisar más un estudio de televisión.

Texto: Pablo Sáez.

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