Arte  EDICIÓN N°176  Entrevistas 

La alquimia del origen

      Karina El Azem es una de las artistas plásticas nacionales de mayor reconocimiento internacional. En su vasta producción conviven belleza e ideas. Parte de la humildad del […]

 

 

 

Karina El Azem es una de las artistas plásticas nacionales de mayor reconocimiento internacional. En su vasta producción conviven belleza e ideas. Parte de la humildad del trabajo artesanal, para digitalmente crear obras donde la estética tiene un diálogo constante con la ética y la crítica social.

¿Cómo viviste el aislamiento obligatorio?

Desde lo personal, disfruto compartir el tiempo con mis hijos de 11 y 9 años. Los días pasan rapidísimo con nuestras rutinas, aún viviendo en un departamento y extrañando la naturaleza y la libertad. Por otra parte, me ocupo de la casa, el trabajo, las llamadas, los vivos de colegas que no me quiero perder. Creo que, como recomiendan en los aviones cuando dicen “primero ponerse la mascarilla para asistir a los más pequeños”, hoy nos sucede un poco eso: tenemos que estar fuertes y alegres para cuidarlos y minimizar el estrés. Trato de pensar en el día a día, hacer lo mejor posible sin sobreexigirme. Es muy angustiante estar rodeado de tanto dolor, preocupaciones, e incertidumbre.

En relación a las imágenes de la pandemia, ¿te han inspirado para la creación artística?

Hoy no imagino tocar el tema. No sé si tengo la distancia suficiente para verlo como posibilidad o porque creo que nos vamos a agotar de ver obras sobre la cuarentena; o si me parece un cliché o un riesgo de cliché. No lo veo en mi trabajo, al menos no de una manera evidente. Estoy muy productiva, aunque en otro lugar.

Pero tu obra ha atendido siempre a temas de la época…

Sí, he producido seres que giran en torno a la violencia urbana y doméstica, tan característica de nuestra idiosincrasia, incorporando materiales bélicos como cápsulas, municiones y balas, como elementos constructivos. Los uso al igual que a las cuentas de plástico, a la manera de un bordado, y me valgo de una forma de lenguaje arquetípico, el de los pictogramas. Los temas con los que comencé estaban basados en la señalética que indica la disposición de ascensores y escaleras de incendio en edificios de oficina o aeropuertos. Así aparecieron mis policías golpeando manifestantes, mujeres con cacerola, los “polirollers”: siete policías entrenados por la campeona nacional de patín para prevenir el delito en la ciudad de Mar del Plata, en 2004. La guerra de Malvinas también fue un tema paradigmático, raramente tocado por el arte. Allí es donde la actitud argentina de suprimir e ignorar la realidad encuentra una de sus formas más evidentes.

¿Qué teóricos han influido en tu procedimiento artístico?

El pensador alemán Siegfried Kracauer analizó el fenómeno de las películas hollywoodenses en las que las bailarinas se fundían en coreografías donde no eran reconocidas como individuos, sino como series rítmicas tendientes a formar un todo como figura. Allí trabó analogías con el sistema capitalista de producción y estableció una conexión de orden político y social. Acunó la expresión mass ornament en el año 1927 y declaró: “al final del camino la vida humana en sí misma seguirá los trazos de la ornamentación”. Me interesa especialmente esa resignificación de nociones como decoro/decoración, orden y formalidad, al desplazarse del campo estético al ético.  

De allí tu interés en temas de la cultura popular

Desde mis comienzos como artista, al principio de la década de 1990, me interesé en la arquitectura y la decoración popular, incluyendo los personajes míticos. Hice maquetas de suburbios de Buenos Aires donde los elementos ornamentales se mezclan y bastardean: aparece la aldaba de león, -a la que los egipcios le atribuían protección-, combinada con un altarcito de la Virgen de Luján y azulejos del patio andaluz. Investigué mucho cómo determinados motivos formales se repiten en diferentes culturas, incluso sin haber tenido contacto, como las jarras con forma de animal que aparecen en Nueva Guinea y en el México precolombino. Gombrich dice que hay motivos que satisfacen ciertas necesidades psicológicas y, que una vez descubiertos, son creadores de hábitos. Después de la serie de las maquetas aislé el ornato y comencé a realizar obras que tenían en cuenta la arquitectura dada, que se colocaban siguiendo el marco de la puerta, el rincón o el techo, sugiriendo una continuidad que de repente se interrumpía, intentando desafiar la percepción de los límites del espacio y la lógica inherente a la arquitectura. El tema ornamental está presente en el arte contemporáneo y, en lo personal, creo también que hay en mí algo inconsciente que tiene que ver con mi origen árabe/español.

Hay una fuerte base artesanal en tu trabajo, ¿cómo es ese proceso?

Comienzo mis obras construyendo un pattern de cuentas de plástico, o elementos bélicos, y escaneo estos motivos, los multiplico y transformo en computadora. Estos pasos llevan mucho tiempo y precisión. Hay distintas razones por las que elegí esta técnica: las mostacillas, por la atracción de lo que brilla, pero es falso; es el mito fundacional americano que nos dice que nos cambiaron el oro por vidriecitos de colores.

También porque las podía utilizar a la manera de bordado, un trabajo tradicionalmente adjudicado a las mujeres, pero que al completarlo con el proceso digital reaparece esa tensión entre lo verdadero y lo falso, lo manual contra lo masificado.

Teniendo como antecedente una obra tan compleja en una trama de sentidos, ¿cómo es tu mirada sobre el interiorismo y tu producción de objetos de diseño?  

Se tiende a creer que el arte contemporáneo debe generarnos rechazo e incomodidad. Voy contra ese preconcepto y es un hilo conductor en mi práctica el desafío de la realización de piezas visualmente atractivas como elemento movilizador.

Es parte constitutiva de mi trabajo, la reflexión sobre lo estético en nuestro entorno.

Desde la proporción, la composición, la simetría, genero objetos con la intención de transformar mi alrededor en un lugar más justo, pero también más bello, sin abandonar mis intereses, de hecho, enfatizándolos. Los principios conceptuales a la hora de producir objetos son los mismos que a la hora de realizar un cuadro. Desde ya el mobiliario tiene sus propios desafíos funcionales, pero esa es la única diferencia.

Texto: Pablo Sáez

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