Edición N° 196
Una antigua casona en el Tigre
Muebles originales de la casa. Fuente sobre la mesa de Morph. Lámpara araña original de la casa con pantallas añadidas. En la galería, juego de muebles de un mercado […]
Muebles originales de la casa. Fuente sobre la mesa de Morph. Lámpara araña original de la casa con pantallas añadidas. En la galería, juego de muebles de un mercado de pulgas, florero de Morph. El color celeste fue elegido para complementar el “verde Tigre” original de algunos marcos.
Mesa original de la casa, coladores de Básicos, bandeja de Moderno Bazar. La cocina se adquirió de la producción de un rodaje cinematográfico.
Colección de latas de viajes personales, tazas de Moderno Bazar, campana de Básicos.
Botas de Seco, bolsa rayada de Tienda Fan, bolsa comprada en Guatemala.
Reposeras del Puerto de Frutos, Tigre, bolsa de Tienda Fan.
Vista al río Carapachay; luego, uno de los cuartos. Almohadones de Tienda Fan. Baúl, objeto de herencia familiar; silla original de la casa.
Las imágenes de esta nota recorren los espacios de una gran casa que existía en el Carapachay al 200, en las islas del Tigre. Durante años, fue alquilada por un grupo de amigos que la compartían para fines de semana y vacaciones: Ernesto Korovsky, guionista, y Valeria Salas, productora de publicidad, quienes junto a la diseñadora de vestuario Ana Markarian, fueron los encargados de realizar el interiorismo de “La Maisonette”, un caserón que en 2018 se derrumbó al ceder sus cimientos. La casa había sido construida en 1914. Un isleño, que había hecho fortuna con la construcción de muelles y estacadas en el delta, la compró a sus dueños, quienes habrían sido sus antiguos patrones. Tenía cuatro cuartos de 6×6 m, un amplio comedor en el centro, cocina y baño afuera de la casa, a los que se accedía por una de las habitaciones. El nuevo dueño nunca la habitó, y la alquilaba junto con pequeñas casitas cerca que había construido. Unas amigas que rentaban una de ellas se deslumbraron al descubrir el comedor, visitado por la luz de la tarde, y decidieron alquilarla. Sus muelles, también espacios para habitar, fueron la tentación para reunir a más amigos y compartir su disfrute durante años. “La casa ya estaba torcida y se decía que había sido apuntalada, pero un arquitecto amigo nos había dicho que algún día se iba a caer como una ficha de dominó. Siempre la mantuvimos por dentro, pero era imposible trabajar sobre la estructura, que finalmente, luego de años, cedió”, nos cuenta Ana. “La Maisonette” sigue estando de pie en sus fotos, evocando espacios que aún se pueden sentir. Fue ambientada a partir de un mobiliario existente y completada con objetos encontrados, generalmente en mercados de pulgas. La idea fue respetar su estilo shabby chic, dándole toques marineros en azul y blanco.
Silla original de la casa, alfombra de baño de IKEA, jarra de Básicos. Artefactos antiguos originales. Agarradera para toalla de bronce y tulipa de la Feria Tristán Narvaja, en Montevideo. Florero azul de Moderno Bazar. Cortinas de gasa de pañal, confección propia. Toalla de hilo antigua, de herencia familiar.
Entrada a la casa construida sobre pilotes.
Sillones de mimbre del Puerto de Frutos de Tigre y mesa Pierre Lavigne de los años ochenta, reciclada. Florero y jarra de Básicos.
Hamaca paraguaya comprada en Brasil, y lona de Tienda Fan.
Mesa original de la casa que estaba a la intemperie y muy deteriorada; fue reparada y luego llevada a la galería. Canasta comprada en un viaje. Banco y lámpara de un mercado de pulgas.
Fotos: Pompi Gutnisky
Estilismo: Ana Markarian
Texto: Pablo Sáez