Decoración 

Vivir el interior

Donde imperan los árboles, antes hubo solo llanura. “Los propietarios supieron crear y construir un bello entorno sobre un lote concentrado sobre sí mismo”, explica la arquitecta de este proyecto […]

Donde imperan los árboles, antes hubo solo llanura. “Los propietarios supieron crear y construir un bello entorno sobre un lote concentrado sobre sí mismo”, explica la arquitecta de este proyecto situado en José Ignacio.

Y no exagera. Con criterio y paciencia, sus clientes fueron imaginando un paisaje nuevo sobre los metros cuadrados de un lote que era todo potencial. Aquí no se necesitaban vistas al mar ni grandes paisajes. El objetivo era mucho más introspectivo. Así, mientras la obra avanzaba también los árboles fueron llegando para componer un tejido verde. Esa característica inicial determinó, además, que al momento de trazar los primeros bocetos, Azul García Uriburu apostara por repetir esa centralidad interior. “Es una casa pensada para mirarse a si misma”, explica.

Living, comedor y bar se integran en una única planta, luego hay tres dormitorios en suite. “Se trata de una familia que pasa aquí sus veranos y que disfruta de compartir el tiempo todos juntos”. La conexión y la circulación se proyectan sobre el exterior alcanzando el sector de parrilla y pileta. “Para el tratamiento de los muros exteriores se trabajó con tablones de eucalipto impregnado y teñido en negro, determinantes de esa identidad rústica y natural que acerca la casa a una choza”. Hacia la fachada una galería con techo de cañas señala el ingreso que remata, curiosamente, en un bar que “funciona como el verdadero corazón del proyecto”. La continuidad se logra mediante la madera teñida que acompaña la barra y que se presenta como marco inmejorable para el juego de taburetes rojos. Más allá, una biblioteca blanca.

El comedor capitaliza la luminosidad del entorno a partir de grandes aberturas y de un equipamiento en madera clara o pintada de blanco. En el living, la arquitecta propuso un muro de piedra que aloja una generosa chimenea. Finalmente, los tres dormitorios ganan la mayor privacidad. “Son 180 metros cuadrados de diversión, disfrute y sensaciones intensas”, remata García Uriburu.

 

Un muro de piedra forma la chimenea. En el living, sofá, asiento de madera y cortinas de esterilla.

Comedor, bar y living ocupan un amplio salón. Cada sector fue diseñado a partir de una paleta de colores neutros y equipamiento en madera clara.

Apenas queda atrás la galería con techo de cañas, la casa recibe con un bar equipado con taburetes de madera roja.

Tanto los dormitorios como las áreas comunes tienen el techo trabajado con palos redondos de eucalipto y esterilla.

 

 

Texto Débora Campos

Fotos Daniela Mac Adden

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