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#TBT: Rafael Squirru
Cuando Rafael Squirru, después de ser director cultural de la OEA en Washington regresa a los Estados Unidos, le muestra al dueño de Philip’s Colection el libro editado por Rizzoli, de Nueva […]
Cuando Rafael Squirru, después de ser director cultural de la OEA en Washington regresa a los Estados Unidos, le muestra al dueño de Philip’s Colection el libro editado por Rizzoli, de Nueva York, sobre Guillermo Roux. El pintor argentino recibe una invitación para exponer cincuenta de sus obras allí.
Entre febrero y abril de este año, por primera vez, un pintor latinoamericano hace una muestra en ese prestigioso museo norteamericano, con excelente crítica de la prensa especializada.
Actualmente se prepara para exponer en Berlín Kunthalle una retrospectiva de doscientas obras, en mayo de 1990.
-¿Qué pasaría si sus cuadros estuvieran todos reunidos en un lugar, se produjera un incendio y no pudiera rescatar ninguno?
– Pregunta difícil. Pero no rara. Ya les ha pasado a otros pintores. Y no falta quien no diga «ojalá que se incendie esto y se me quemen todos porque yo no me animo a hacerlo». ¿ Sabe qué pasa? A veces uno ha pintado toda la vida y no le interesan los resultados, pero no tiene coraje para destruirlos. En ese caso, el fuego salva.
-Pero ¿qué pasa en su caso?
– No puedo responderle. No sé qué me pasaría si me quedara sin obra. Tal vez retomaría con más fuerza la pintura. A ,lo mejor me serviría de limpieza …No lo sé.
-¿Usted se siente apegado a su obra?
– Mire, no lo sé. Creo en todo caso que una obra dura lo que debe durar. No se olvide de las obras de arte que han sobrevivido siglos a guerras, catástrofes, incendios…Creo que sobrevive al tiempo, lo que debe hacerlo.
-¿Es fatalista?
-¿Cómo no serlo? A Rembrandt se le quemaron muchos cuadros. Otros fueron destruidos. De «La lección de Anatomía» se slavó un pedazo. Yo no sé cómo era ese cuadro. Pero ese pedazo basta para ser una de las lecciones de pintura más grandes de toda la historia.
Fíjese sino en las cuevas de Altamira.
Algunos dibujos sobrevivieron al paso del tiempo y otros se han borrado. ¿Qué pasó? Tal vez algún pintor se equivocó en la proporción de grasa animal, otro mezcló mal los pigmentos…En fin, llegarán los que tenían que llegar.
-¿Qué es lo que le da más miedo?¿Quedarse ciego o morirse?
-¡Qué pregunta! Mire no le tengo miedo a eso. No reacciono violentamente, no reacciono locamente.
Pero ¿quedarme ciego? Le voy a confesar algo. Paso horas en este sillón. Y es como si estuviera ciego.
Miro sin ver. Miro y no miro. Sueño, divago, me interno en un mundo muy extraño, quizá muy melancólico. Tal vez me pierdo en un mundo de fantasías o de recuerdos, dejo volar mi cabeza. Y entonces aunque estoy viendo no veo. Aunque estoy acá, no estoy acá…Pero volviendo a su pregunta tal vez haya un punto clave: mis momentos son transitorios y la ceguera es algo permanente. Pero no me causa horror la ceguera. Ni la muerte.
-¿No tiene miedo de morirse?
– Cuando algo parece definitivo, y sin salida, he aprendido que siempre se abre una puerta. La menos esperada, con la que ni siquiera se había soñado. Entonces, ¿quién sabe si la muerte no es otra vida?
-¿no hay nada de lo que usted no tenga miedo?
-Es que no tengo miedos en ese sentido. Quizás el único que siento es el de vivir. Pero no de morir.
-Y ese miedo de vivir, ¿no tiene que ver con el trabajo, con la tela o el papel en blanco que esperan ser pintados?
– No. Cuando uno pone la tela en el caballete, no hay miedos que valgan, la tela y el papel son para ser trabajados.
-¿Nunca se sintió intimidado?
-Claro que sí. Toda la vida. Pero lo venzo todos los días.
-Cuénteme cómo.
-Doy muchísimas vueltas. Algo así como el torero para clavar banderillas. Hay que dar vueltas y vueltas por el ruedo para ver dónde se encaja la cosa, dónde se clava la espada. Pierdo mucho tiempo dando vueltas. Aunque a veces que lo gano. ¿Cómo saberlo? La pintura es la única respuesta.
-¿Sigue trabajando con esa técnica sobre papel que lo entusiasmaba en el ´85?
-No. Yo voy y vengo. No soy ordenado. No soy prolijo. Avanzo o retrocedo por necesidad. De repente pinto a la acuarela y me siento cómodo. Tomo ideas que tenía plantadas desde hace años y las reelaboro. Otras veces improviso. Otras investigo técnicas diferentes o motivos distintos.
-Si hablamos de altos y bajos, de avances y retrocesos, de influencias, ¿podría usted definir el hilo conductor de toda su obra desde los diez años en que empezó, hasta ahora, 48 años más tarde?
-Creo que debería pensarlo más No me dan demasiadas ganas de ponerme a pensar en eso.
-¿Usted es reflexivo frente al acto de pintar?
– A veces sí y a veces no, depende.
-¿Cómo podría traducir eso?
-Cuando hay exceso de reflexión se corre el riesgo de parálisis. Pero cuando hay peligro de improvisación, hay que usufructuar entre una actitud y la otra. La verdad está en el medio.
-Recuerde que estamos hablando en palabras, ahora.
-Pero la palabra no agota todo.
-¿Ni siquiera el caso de la poesía?
-No. La poesía me gusta. Pero no me atrapa demasiado.
¿Hace algo más que pintar?
-Nada más que pintar.
-Cuénteme cómo es un día en su vida
-Bueno…me levanto. Todas las noches digo que tengo que tener un proyecto para el día siguiente. Y curiosamente, me olvido de armarlo por alguna razón. Entonces vuelvo a levantarme a las nueve, doy muchas vueltas. Y contesto cartas con la sensación de que ese día tendré que improvisar. A la una me pongo a pintar hasta las siete u ocho de la noche.
-¿Sin vacaciones?
-Sin vacaciones. Pero todos los días, después de las ocho de la noche se me hacen las nueve. Y a esa hora ya no me dan ganas de ir al centro. Por eso no voy a inauguraciones de exposiciones, o al cine.
Significa que tendría que dejar de pintar a las cinco.
Los libros se amontonan también. Y los releo, aunque diga a veces que leo.
-¿Cuáles son sus pintores preferidos?
-No sé…Cuando tenía 18 era Delacroix. Pero justo en ese momento aquí habían descubierto la abstracción. Creo que ahí ya estaba de contramano. Y después ése fue el sino de mi vida. Andar a contramano.
-¿Y ahora?
-Ahora es tal el caos, la confusión y el vale todo, que todo está permitido. En el caos, uno puede hacer cualquier cosa.
-¿Para qué ser pintor en tiempo de caos, Roux?
-No me afecta que no haya valoraciones. Que no se sepa qué es malo y lo que es bueno. Ni me afecta ni me deja de afectar. No me desmoraliza. Yo hago lo que tengo que hacer.
-¿Qué?
-Pintar. para bien o para mal, tengo que pintar.
Textos: María Amelia Torralba.
D&D N° 5.