Edición Nº193
Sumergirse en la tradición
Joanne Cattarossi nació en Uruguay pero vivió su infancia y adolescencia en Argentina. Realizó sus estudios en Diseño e Historia del Arte en Estados Unidos, donde también completó un postgrado […]
Joanne Cattarossi nació en Uruguay pero vivió su infancia y adolescencia en Argentina. Realizó sus estudios en Diseño e Historia del Arte en Estados Unidos, donde también completó un postgrado en Diseño de Moda en Nueva York. Casada y madre de cuatro hijos, se dedicó a su familia y priorizó su cuidado y educación. Pero como siempre ha sido una persona inquieta, participaba en diversos proyectos y actividades esporádicas.
Fue en 2017 cuando Cattarossi comenzó su etapa profesional más intensa, que sigue activa hasta hoy. En 2018, abrió su propio estudio en Buenos Aires, desde donde trabaja en proyectos para Argentina. Sin embargo, en 2020 se fue a vivir a Uruguay, y desde allí trabaja en el país vecino y para Estados Unidos.
“El arte es fundamental en mis proyectos. Aunque no tengo formación específica en interiorismo, mi mirada y estilo propio, adquiridos en otras áreas del diseño y del arte, se reflejan en todo lo que hago. Cada uno de mis proyectos tiene su impronta, son únicos, ya que todo debe dialogar con el espacio y, sobre todo, con las personas que lo van a habitar”, explica la interiorista.
El arte y su historia. “La historia del arte me apasiona y es una fuente inagotable de inspiración para mí. Constantemente me inspiro en los estilos, los recursos, las herramientas pictóricas de los grandes maestros y en los distintos períodos. Desde la iluminación dramática del claroscuro de un cuadro barroco, a cómo la luz revela los colores en el Impresionismo.
Desde las composiciones creativas de Basquiat al detalle ornamental de Klimt, el uso del color de Rothko, Le Parc o Hockney, el trazo maravilloso de Schiele o la pincelada de Freud. Y por supuesto, el arte contemporáneo con su capacidad de desafiar lo preestablecido y generar nuevos lenguajes”.
Las artesanías. “Me inspira lo local, lo artesanal y lo no globalizado. Como los azulejos de Iznik en Turquía que impactan, los bordados Otomí de México, las porcelanas portuguesas, los soles de Cuzco, los tejidos de fibra de Colombia, un mantel bordado a mano del sur de Italia o los textiles del norte argentino. Admiro y valoro lo hecho a mano, con el conocimiento y respeto a las tradiciones transmitidas de generación en generación”.
Los viajes. “Conocer otras culturas, cocinas, sabores, olores, idiomas, los distintos paisajes y las distintas idiosincrasias. Todo en los viajes me resulta fuente de inspiración. Todo lo absorbo mientras mi mirada muta y mi mente abre nuevos caminos creativos. Las proporciones de la arquitectura clásica, las distintas ciudades, el teatro, los museos. Roma es mi ciudad favorita en el mundo. El Panteón, su ruido, sus fontanas, los gelatos, los italianos. ¿Cómo no inspirarse?”.
La naturaleza. “Me maravilla y me nutre desde lo más primitivo e intuitivo. La paz de un paisaje en la Patagonia, la simetría de una mariposa en la ciudad, el olor de una flor, la trama perfecta de un panal de abejas, los colores de los corales, el pelaje de una cebra, el ruido del mar. La naturaleza me inspira desde lo visual y desde lo sensorial”.
El diseño moderno del Siglo XX. “Fue creado hace más de 50 años y tiene una línea muy actual. Me inspira la mirada nueva y de vanguardia, acompañada por la aparición de materiales nuevos y revolucionarios que permitieron lograr diseños icónicos. La silla Panton, la silla Cesca de Breuer, las lámparas de los hermanos Castiglioni, el sillón Mamma de Gaetano Pesce o las lámparas escultóricas de Noguchi. Me parece fascinante el proceso creativo de esos diseñadores que se animaron a pensar out of the box y lograron piezas aún vigentes”.
Texto: Jimena Sampataro.