Decoración Edición Nº195
Sin otra regla que la comodidad
Orientada al norte, ni lejos ni cerca de la ciudad, lista para habitar y con una plaza enfrente. La casa que la diseñadora Dolores Chara encontró para mudarse con su […]
Orientada al norte, ni lejos ni cerca de la ciudad, lista para habitar y con una plaza enfrente. La casa que la diseñadora Dolores Chara encontró para mudarse con su familia —marido, dos hijos y un perro— resultó perfecta, además, para practicar una de las premisas de su trabajo como interiorista: no atenerse a ninguna regla establecida. “Vivíamos en otra zona, más alejados, y con los chicos se empezó a complicar. De esta casa me gustó la arquitectura, el tamaño era ideal y no había más que pintarla”, recuerda Dolores sobre esta propiedad de 350 metros en las afueras de Córdoba, originalmente proyectada por la arquitecta Agustina Allende Posse.
Como la planta era tradicional, la decisión más importante del proyecto fue decidir dónde se ubicaría el escritorio, ya que el matrimonio trabaja a distancia la mayor parte del tiempo. “Tanto mi marido como yo vivimos en varios países y desde que decidimos volver a Córdoba empezamos a hacer home office. Los ambientes estaban divididos pero pensé que, si estamos todo el día acá, lo mejor sería hacer tres en uno: oficina, comedor y living en el mismo espacio. Y fue lo mejor que nos pasó. Es una especie de loft que se usa todo el tiempo, y es mucho mejor que estar encerrados en un cuartito trabajando”, agrega.
El interiorismo que diseñó para su propia vivienda toma en cuenta la esencia de Circo Espacio Creativo, el estudio que fundó cuando regresó a la Argentina. “Por mi personalidad, me gustan la luz, la alegría, los colores y los ambientes frescos; mezclar lo nuevo con lo antiguo, sacar de contexto los objetos y los muebles. En mi casa trato de despojarme de cualquier regla y confiar en la función y en la sensación. Por eso, la oficina es el ambiente principal, y en vez de una mesa de comedor enorme, puse una más chica en un rincón. Al ambientar, distribuir y elegir el mobiliario, siempre empiezo por la comodidad, nunca por la estética”.
Objetos heredados y otros comprados en los viajes: una Biblia de 1790; móvil inspirado en Calder y en los colores de Mondrian, de la firma Volta, comprados en un museo de París; licorera antigua; artesanías de Colombia y escultura de Graciela Nielsen. Viejo farol urbano pintado de azul.
El comedor es informal: alfombra kilim de Turquía, mesa criolla realizada por el artesano Diego Ortega en Colonia Caroya; sillón de tres metros tapizado en lino, obra en lienzo de Brenda Hughes y fotografía intervenida de Carolina Zancolli. Foto derecha: Sillas tapizadas en lino amarillo, alfombra rayada kilim de origen afgano.
Al final del espacio se ubica la zona de trabajo, delimitada por una cortina que hace las veces de división. Hay dos escritorios, el de la derecha pertenece a Dolores y también la biblioteca con sus materiales de trabajo.
Escultura de mármol que perteneció a la abuela: alfombra kilim y banco en madera de petiribí; manta de alpaca y cuadro de lino bordado por Pilar Gleboff, de Hi Calma.
Lámparas de Monocromo, almohadones de Didot, escritorio pintado de rojo vibrante por la dueña de casa, libros antiguos, artesanías de madera traídas de Iguazú, lámina de Raúl Díaz. Respaldo y ropa de cama en lino.
En el rincón de lectura destaca una antigua lámpara con forma de libélula, cuadros de Josefina Garzón Duarte, géneros de la india y almohadón de terciopelo.
El quincho cerrado y semintegrado a la casa está separado por una galería exterior (imagen derecha), donde se ubican muebles con diseño de Circo Estudio Creativo, hechos a medida con un herrero. El paisajismo es espontáneo e incluye un espinillo o acacia, mejor conocido como “aromito”, típico de las sierras cordobesas. A la izquierda: mesa rectangular realizada por Juan Monguillot.
Estudio: Circo Espacio Creativo.
Fotos: Gonzalo Viramonte.
Texto: Marina Gambier.