Entrevistas 

Los sueños, o la fórmula de las cuatro D

Sergio Pirrone estudió arquitectura, sin embargo, no se veía encerrado en una oficina cumpliendo el horario de una jornada laboral. Fue durante un viaje a Camboya, observando a otros sacar […]

Sergio Pirrone estudió arquitectura, sin embargo, no se veía encerrado en una oficina cumpliendo el horario de una jornada laboral. Fue durante un viaje a Camboya, observando a otros sacar fotos de manera amateur, cuando decidió su vocación. Entonces, mientras terminaba en Japón su doctorado en arquitectura, compró la primera cámara con la que empezaría a retratar distintas obras. “Cuando comencé pasaba horas en una librería que quedaba cerca de donde vivía en Tokio, mirando revistas, buscando nombres para contactar y vender mis fotografías” recuerda Pirrone sobre sus comienzos, que fueron de mucho esfuerzo, pero con un objetivo claro. Quería viajar por el mundo combinando sus dos grandes pasiones: la arquitectura y la fotografía.

¿Cómo fueron esos comienzos?

Mi nickname es Utopirro. Siempre tuve esa idea utópica de empujar los límites, viajar por el mundo. Por eso, luego de terminar mi formación académica decidí aventurarme, tomar el riesgo. Al principio trabajé mucho como corresponsal. No sólo me ocupaba de la fotografía sino también del texto. Escribí alrededor de 200 notas y colaboré con algunos de los medios más importantes. Actualmente estoy más enfocado en la fotografía, pero esa idea de mostrar imagen y contar una historia también fue algo que me atrajo mucho. Ese niño con sueños de viajar, con un padre que había vivido las protestas de 1968, todo eso siempre estuvo en mí. A pesar de que la mayoría de los viajes no eran con fines turísticos, en realidad eran mucho más que eso. Conocer gente local, su cultura, sabores, en un momento fue todo tan rico que la fotografía y arquitectura pasaron a un segundo lugar, se volvieron herramientas para poder conocerme mejor a mí mismo. Soy un espíritu libre que se cortó un poco con el tema de la pandemia, pero ahora en unas semanas vuelo a Cabo Verde. Un lugar con un mix cultural muy interesante.

¿Consideras que con los avances tecnológicos la fotografía está perdiendo credibilidad?

Claramente lo digital ha vuelto obsoletos a muchos fotógrafos. Yo empecé a trabajar después del 2000 y creo que por haber estado en Asia pude prever que ese era el futuro, porque yo lo estaba viviendo. Sin embargo, conocí muchos profesionales que deseaban que fuera algo pasajero para poder continuar con lo analógico. Algo que obviamente no sucedió. Hoy es todo digital. Eso hizo que lo que antes eran sectores concretos como la pintura, la ilustración o la fotografía, se vayan desvaneciendo, convirtiéndose prácticamente en uno. A lo que me refiero es que hoy, por ejemplo, con los renders casi no te das cuenta si es real o no. Los haces desde la oficina, a un valor muchísimo menor, con el plus de que se va a ver perfecto. Eso con la fotografía no se logra, básicamente porque si sacas una imagen con minutos de diferencia ya no es la misma, esa magia que viene de lo irrepetible de cada foto no se logra con un render, a pesar de su perfección estética. Antes, por una cuestión de principios, era muy común que el fotógrafo se negara a retocar sus imágenes. Eso ya no existe, y esas son las cosas que han ido contaminando a la fotografía. Pero bueno, es parte del cambio continuo en el que vivimos, que nos permite hoy vivir varias vidas en una, y por eso creo que debemos estar agradecidos. 

Viajas por el mundo sacando fotografías, ¿cómo es eso?

La verdad que se dio todo tan natural que a veces no me daba ni cuenta de la vida que estaba haciendo. Hoy con el confinamiento pude notar la belleza de lo que viví estos últimos años. Igualmente, no sólo hago fotografía, también hago obra como arquitecto, soy inversor y propietario. La arquitectura es mi primer amor, un amor que se ha vuelto más real y concreto que antes, cuando era estudiante, que era más teórico y onírico. Estando tanto tiempo en casa pude ver que viajando tengo esa adrenalina obligada. Cada neurona debe funcionar. Eso, cuando estoy acá, si bien mi corazón está lleno, no me pasa. 

¿Cómo hiciste para cumplir el objetivo?

De niño no tenía mucha fuerza de voluntad, pero creo que tenía talento. Sin embargo, con los años me di cuenta de que el talento sin compromiso no vale nada. Por eso, siempre aplico “las cuatro D”: deseo, dedicación, dirección y destino. 

Texto: Jimena Sampataro.

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