En la altura de una nueva cumbre, en un terreno ubicado a una distancia prudencial de rutas y playas paradisíacas, la ilusión de crear un espacio de encuentro inspiró esta […]
En la altura de una nueva cumbre, en un terreno ubicado a una distancia prudencial de rutas y playas paradisíacas, la ilusión de crear un espacio de encuentro inspiró esta aventura. Una epopeya, como la describe su propietario, en la que no participaron arquitectos ni ingenieros, a pesar del paisaje rocoso y complicado, alejado del progreso y habitado por palmares y montes de lapachos. Fueron suficientes la determinación de los dueños y la experiencia de un grupo de colaboradores de toda la vida para reformular una construcción preexistente, a la que se le modificaron fachadas y aberturas, añadieron chimeneas y dotaron de una simplicidad encantadora a los interiores. Junto a los muebles y objetos, que en gran parte son recuerdos de familia y otras piezas adquiridas en el tiempo, el arte es un elemento constante.
Los veranos transcurren en contacto con la naturaleza. Los senderos por donde hacen caminatas fueron dibujados por los mismos dueños dentro de los montes. “Nos entusiasma recorrer el parque, hacer podas y arreglos, abrir senderos y poner en valor los árboles más importantes, agregando especies nativas como jacarandá y lapacho”, cuenta el propietario. Se trata de dejarse llevar por la cadencia del tiempo, que en lo alto de la cumbre suele transcurrir despacio.
Nota completa disponible en la edición Nº184 de D&D.