Entrevistas 

Entrevista / Luján Cambarière

Pura energía humana

Por Marina Gambier

Fotos Emma Livingston

Cuando su hijo Mateo se enfermó y tuvo que ser operado del corazón, Luján Cambarière sintió que debía devolverle a la sociedad el milagro de su recuperación. Entonces Juan Carr le dio un consejo: si quería colaborar con alguna causa, debía hacerlo desde su lugar de trabajo. Había estudiado periodismo en la Universidad del Salvador y trabajaba en varios medios gráficos cubriendo temas vinculados a la moda y la decoración, siempre con la mirada puesta en lo social, cuando descubrió que el diseño es una poderosa herramienta de inclusión. Pero veinte años atrás se hablaba poco y nada del diseño industrial argentino, y para muchas personas la artesanía eran esos souvenirs que compraban los turistas en Plaza Francia. Aquel consejo fue encontrando su cauce natural después de cursar el posgrado en Diseño de la Comunicación en la UBA. Hoy Mateo es un chico saludable y ella cumple su mandato con volcánica pasión: difundir los valores del trabajo manual y tender puentes para que los diseñadores ayuden a preservar técnicas y oficios nativos. Desde el año 2000 es editora de la sección diseño del Suplemento M2 del diario Página 12, también lo fue de la revista Barzón; y entre los tantos reconocimientos que ha cosechado figura el Premio Gota en el Mar que otorga la Fundación Germán Sopeña y la Beca Avina de Investigación Periodística al Desarrollo Sostenible. Por estos días está escribiendo un libro sobre la antropología de los objetos cotidianos que saldrá el año próximo por Editorial Paidós, además de dar clases en una granja para adictos en recuperación y en Ático de Diseño, la escuela que fundó y que ofrece talleres sobre técnicas y materiales diversos. Como le gusta hablar de lo que sabe, es la mejor entrevistada del mundo. Y es imposible no contagiarse de su fe en el poder del trabajo manual.

 

 

¿Cómo se vinculan la artesanía y el diseño industrial?

 

El nuestro país el diseño industrial casi no existe porque sin inversión el único camino que le queda al diseñador es aliarse al artesano, le guste o no. Hay escasas tecnologías disponibles. No tenemos maquinarias ni materiales para poder hacer, por ejemplo, sillas de plástico inyectado a la italiana. Tal vez sí haya un buen inyector, pero nunca vamos a poder competir con eso. Entonces por una cuestión práctica y no telúrica es que terminé interesándome tanto en estos dos terrenos, cada vez más vinculados. Hoy los egresados de las carreras de diseño de la ORT y la UBA no cuentan con industrias fuertes capaces de absorberlos. O tratan de asociarse a alguna empresa que pueda funcionar, o terminan haciendo POP (diseño de stands) o bien piezas decorativas. Hay chicos haciendo botes, veleros, maquinaria agrícola y en Mendoza hay un mercado laboral en los viñedos. Pero es mayor la oferta de profesionales que la demanda. Faltan empresarios que inviertan seriamente en el diseño. Por eso creo que en nuestros países, el Sur del mundo, la artesanía es la posibilidad concreta que tenemos de hacer cosas.

 

Es decir que el diseñador estudia cinco años para terminar siendo a la fuerza un artesano.

 

El diseñador industrial es alguien capacitado para hacer desde una cuchara hasta un avión. Es una disciplina vinculada a la industria necesariamente pero que abarca áreas como la psicología, la antropología y la sociología. Me enamoré del diseño cuando empecé a investigar y a leer lo poco que había disponible veinte años atrás, porque no había muchos teóricos de la materia. Con el tiempo, desde el Suplemento M2 y por mi propio perfil, fui llevando el tema hacia el terreno de la artesanía, interesándome cada vez más en el hacer con las manos porque creo que eso define a nuestro país.

 

¿Qué es la artesanía?

 

Ahora hay varias definiciones dando vueltas. Una muy interesante es la que da Richard Sennett, un sociólogo autor de un libro que se llama El Artesano. Él dice que la artesanía “abarca una franja mucho más amplia que la correspondiente al trabajo manual especializado. Efectivamente, es aplicable al programador informático, al médico y al artista; el ejercicio de la paternidad, entendida como cuidado y atención de los hijos, mejora cuando se practica como oficio cualificado, lo mismo que la ciudadanía”. El artesano es alguien que trabaja con las manos una pieza única alejada de la lógica de la industria, y eso tiene otras implicancias. Aprende una técnica de generación en generación, y esa técnica importa, exige respeto y en ella están involucrados el corazón, la cabeza y el cuerpo. No media ninguna máquina. Por eso para mí la artesanía es verdadera energía humana.

 

Si la artesanía refiere a la pieza única tratada con esos ingredientes humanos, ¿por qué se la sigue considerando un arte menor?

 

Para diferenciar al artesano del artista y del diseñador, vale aclarar que el artista trabaja guiado por su impulso y su necesidad expresiva. En cambio el artesano trabaja por encargo. Tiene encomiendas. Eso significa otros registros de tiempo y un respeto especial por los materiales. No vamos a decir que el artesano es un dios, pero al tener una relación tan corporal con el trabajo, tan alejada de la máquina, el proceso productivo necesariamente adquiere otro valor. Los artesanos respetan la naturaleza y los tiempos de la materia prima. A la cerámica no la podemos apurar. Necesita secarse, igual que los tintes; el cuero se debe orear, etcétera. De alguna manera el oficio determina su persona. La artesanía es un ser y hacer, como dicen algunos autores. Y definitivamente es así. En mi libro, que se va a llamar La antropología de los objetos, hablo de por qué a la gente le deberían importar los objetos. A mí no me da lo mismo cualquiera porque creo que tienen alma. En el hacer con las manos hay un proceso asociado al disfrutar muy contrario al mundo en que vivimos hoy, acelerados, pegados al teléfono y a las tecnologías. Estimula otra clase de inteligencia, una inteligencia que pasa de las manos a la cabeza, y no al revés.

 

¿Cuáles son los materiales y las técnicas más representativas de la Argentina?

 

A la artesanía no la define el material, sino el trabajo a mano. Acá tenemos materiales únicos, por ejemplo el chaguar, una fibra que solo se consigue en las provincias de Chaco y Formosa, pero sobre todo contamos con las comunidades originarias que son las que mejor trabajan los materiales autóctonos. Hace unos años participé en la beca Avina en la categoría Comercio Justo, una experiencia maravillosa que me permitió conocer a fondo los oficios de los pueblos nativos de Argentina. Gasté el dinero de la beca en viajar por el país. Tomé a las diez comunidades más representativas con la premisa de demostrar que son en realidad los verdaderos maestros del comercio justo, mucho antes que los holandeses, fundadores de este concepto en la década del 60. Si lo analizamos, cada grupo es experto en el tratamiento de su materia prima, y han logrado desarrollar una técnica perfecta. Al margen de eso, el proceso es limpio. Los tobas tratan el palo santo como nadie, pero además nunca van a talar un árbol sino que usan lo que se cayó, el descarte natural, lo lijan de cierta forma y no de otra, así es como obtienen esa diferenciación que los hace únicos. Las mujeres wichis y pilagas caminan kilómetros para buscar la fibra del chaguar y son respetuosas del ciclo de la planta. Todo eso es mucho más que artesanía: es una lección de vida. El trabajo de las comunidades lleva implícito un modo de vivir, y no hay manera de que no lo veas. Siempre rescato una frase de Octavio Paz que dice que “entre el tiempo sin tiempo del museo y el tiempo acelerado de la máquina, la artesanía palpita el tiempo humano”.

 

Ahí sí te creo que los objetos tienen alma.

 

¡Está antropológicamente demostrado! En el proceso el artesano le trasmite su alma al objeto. Le llaman maná, numen. Pero es una energía. Por eso no es lo mismo un objeto artesanal que uno industrial. Podés comulgar o no con esa energía, pero está.

 

¿La evolución de la artesanía se produce por la intervención del diseño? ¿O es una contradicción decir que la artesanía evoluciona?

 

Hay una artesanía de tradición cuya técnica es necesario conservar, pero igual evoluciona porque la mano de cada nuevo artesano hace la diferencia. Es imposible la no evolución. Por otro lado se trata justamente de rescatar y conservar ciertas técnicas para evitar su desaparición, pero también tenemos la artesanía con innovación, es decir, los diseñadores que se acercan a estas técnicas tradicionales para reinterpretarlas o aplicarlas de otro modo. Es el caso de las chicas de Manto. Tomaron las técnicas del telar antiguo para confeccionar abrigos con morfología urbana contemporánea. Sin dudas el diseño le aporta un montón a la artesanía, porque aunque la gente crea que el diseñador está solo para hacer bonitas las cosas, en realidad es un generador de interfaces: hace un packaging, un logo o le agrega cultura de proyecto a un producto artesanal. El artesano es intuitivo y no lleva una ficha técnica de cada artículo, por eso suele decirse que en ese caso el diseñador trabaja como un operador cultural. No obstante se tiende a creer que el diseñador va a robarle la idea al artesano, y no siempre es así. En Brasil, por ejemplo, una comunidad aborigen hacía unas ollas divinas pero como iban en barco mal envueltas llegaban siempre rotas, entonces un grupo de diseñadores creó cajas especiales para evitar roturas. Ocurre que en general cuando se habla de diseño el mundo piensa en el diseñador de moda y la palabra queda asociada a lo superficial. También creen que el artesano es un viejito sentado en un paraje perdido, y en realidad hay muchos jóvenes que viven en la ciudad haciendo artesanía con plásticos, por ejemplo. En fin, hay muchos mitos.

 

Más allá de eso, parecería que a la artesanía o lo hecho a mano tiene gran futuro gracias a la saturación de lo masivo. En este contexto la pieza única y su proceso estarían recuperando su valor.

 

Absolutamente. El mundo globalizado pide a gritos identidad. Después de acceder en masa al mismo shampoo que venden acá y en China, de andar clonados con las mismas remeritas de H&M, notamos un retorno a la identidad. Empezamos a valorar lo que teníamos. Sin ir más lejos, pasa con los electrodomésticos: se rompen enseguida y entonces querés recuperar esa vieja cafetera de tu mamá que funcionaba perfecto. Con esto de la obsolescencia programada todo se rompe y nada se puede arreglar porque cuesta lo mismo que comprarlo nuevo. Estamos viviendo en un mundo de plástico. Eso hace que yo prefiera un textil suave, bien hecho y que me represente. Hay una movida importante hacia la cultura del lujo esencial, lo natural y personalizado. Hoy en mi escuela estamos enseñando lo que llamo “neo artesanías”, técnicas aplicadas desde la mirada del diseño. Hacemos estampas a lo William Morris, que fue el padre del Arts &Crafts. Morris era inglés y ante las consecuencias de era industrial decía que bastaba recorrer tres calles de Londres para comprobar la cantidad de pavadas sin alma que la gente se compraba. Era el siglo XIX, y ya lo anticipaba.

 

Decías que hay una vuelta al craft, ¿por qué será?

 

Sí. Es notable la cantidad de mujeres que se ha volcado a las clases de tejido, bordado, volviendo a los talleres y a los círculos de mujeres. En realidad hay una enorme necesidad de parar. Lo comprobé yo misma usando el torno en las clases de cerámica. Tenés que estar muy concentrada para manejar el material, no podés tener la cabeza en otro lado. Esta vuelta al craft, que la gente relaciona con el Do it yourself, se da por la necesidad de cortar con todo, de hacer un paréntesis y compartir con otros un espacio de tiempo. Cada 15 días doy clases en una granja de adictos en recuperación. Con una diseñadora industrial les enseñamos reciclado de pallets, y es notable el resultado positivo del trabajo manual. Con las manos enseñás un modo diferente de ser. Es una gran herramienta de inclusión social y una manera concreta de materializar un montón de valores.

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