Edición Nº 187 

After hour en la paz del campo

“Esta es una típica casa de campo pero con identidad propia y, a pesar de que es relativamente nueva, la constuimos de manera que parezca que está aquí desde hace […]

“Esta es una típica casa de campo pero con identidad propia y, a pesar de que es relativamente nueva, la constuimos de manera que parezca que está aquí desde hace 150 años. Tiene un estilo old fashioned”. La artista argentino-británica Ana Livingston intercala frases en inglés y en francés cuando repasa la historia de la propiedad en la que convive junto a su marido Nick, una perra golden retriever llamada Clea y sus tres pasiones: la pintura, la cocina y la jardinería. 

En la casa conviven muebles heredados y otros atesorados por la familia durante los años de residencia en el exterior. Ana estudió arte en escuelas de Londres, Ginebra y París, también en el atelier de Sophia Vari, mujer de Fernando Botero.

Los Livingston llegaron a la provincia de Buenos Aires hace 15 años, luego de vivir cuatro décadas entre las principales capitales europeas y otros destinos como Moscú, Marruecos, Túnez, Cuba y Arabia Saudita. “Cuando llegamos había solo un galpón que reconvertimos para construir el espacio donde se instaló el comedor, que hoy tiene más de 100 metros y se mantiene calefaccionado gracias a una salamandra.

Muebles grises de estilo provenzal, mesa redonda diseñada por los mismos vecinos ebanistas y cuadros de peces del siglo XIX comprados en Francia. La chimenea se eleva a medio metro del piso para tener una mejor visión del fuego.

Dibujamos el plano de la casa con cuatro cuartos y sus respectivos baños”. Las puertas y ventanas fueron recuperadas, los techos se recubrieron en ladrillo “como se hacía antes”, a excepción de los del living, que están revestidos en madera y pintados de blanco transparente “porque le da mucho más interés al espacio”.

La mesa oval del 1800 fue rescatada en un viñedo en el centro de Francia y la cama estaba en la casa materna de Nick, en Ginebra. Apoyados contra el mueble, cuadros pintados por Ana, que expuso en galerías de Gordes y Aviñón: “La pintura es algo muy fuerte, la llevo dentro mío sin importar el destino”.
En el acceso, los ladrillos del piso fueron asentados de canto, a la manera italiana. Ana plantó fresnos, pecanes, castaños, tilos, alcanfores y magnolias. “Este es un parque sin pretensiones. No plantamos especies exóticas para conservar la identidad”.

Los muebles viajaron en dos containers desde Francia. “Estamos muy contentos de vivir en contacto con la naturaleza, en la paz del campo. Tenemos muy buenos vecinos que ya son nuestros amigos. Todas las noches nos sentamos con Nick a tomar un aperitivo en compañía de Clea, que es como mi tercer hijo, y la felicidad es completa”. 

CREDITOS PH: Emma Livingston.

Texto: Marina Aranda 

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