Edición Nº 194 Ferias
FERIAS: Semana del diseño en Milán
Luciana Lamothe (Buenos Aires, 1975) representa a la Argentina en la 60ª edición de la Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia. El envío fue coordinado por la […]
Luciana Lamothe (Buenos Aires, 1975) representa a la Argentina en la 60ª edición de la Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia. El envío fue coordinado por la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería, encabezada por la diplomática de carrera Alejandra Pecoraro. Como es habitual, asimismo, contó con el aporte de mecenas privados gestionados por la Galería Ruth Benzacar.
En la envolvente instalación transitable Ojalá se derrumben las puertas, construida en el Pabellón Nacional de los Arsenales, Lamothe resume muchos aspectos de su trabajo y descubre la viabilidad de nuevos materiales. La curadora Sofía Dourron subraya que la obra “habita las fronteras (visibles e invisibles) que separan lo humano de lo no humano, lo natural de lo construido, lo conocido de lo desconocido”. Son cuatro esculturas para experimentar nuevas formas de interacción, entrelazando andamios y placas de madera fenólica y caños, para crear “espacios dentro de espacios que modulan formas de violencia y hospitalidad en un tenso equilibrio de formas interdependientes. Para imaginar alianzas materiales para otras formas de vida posibles”. Su obra se ajusta al concepto de la Bienal —Extranjeros en todas partes—, que gira alrededor “del inmigrante, el extranjero, el queer y el indígena”, y plantea “derrumbar” categorías y lograr la convivencia.
Es en los Arsenales —barracas del siglo XVI— en donde, junto con los Giardini, también se desarrolla parte del Núcleo Contemporáneo y el Núcleo Histórico de la exposición central, pensada por el brasileño Adriano Pedrosa. Su propuesta, ciertamente, reúne extranjeros de todas partes, principalmente del sur global, concepto que denomina a los antes llamados “países en vías de desarrollo” o “tercer mundo”. Tejedoras del norte argentino, bordadoras chilenas, ceramistas de Paraguay, como Julia Isídrez y su madre, Juana Marta Rodas, la pintura Diego y yo (1949) de la mexicana Frida Kahlo (Colección Eduardo F. Costantini), y más, están unidas por la otredad. “Adonde quiera que vayas y estés, siempre encontrarás extranjeros: ellos/nosotros estamos por todas partes. Sin importar dónde te encuentres, siempre eres, en verdad y en el fondo, un extranjero”, ilustra Pedrosa.
El León de Oro a la mejor participación nacional fue al Pabellón de Australia donde el artista Archie Moore, de origen Kamilaroi, Bigambul, británico y escocés, desplegó su instalación Kith and Kin (Parientes y amigos), que examina el impacto de la colonización y el confinamiento de los pueblos originarios. Su obra crea un “espacio de reflexión y memoria” a partir de la historia familiar. En ese sentido, el mural del colectivo indígena MAHKU (Movimento dos Artistas Huni Kuin) de Brasil, que cubre totalmente la fachada del pabellón central (habitualmente blanca) es, como dice la crítica y editora Adriana Almada, un “gesto político que pudo ser ingenuamente interpretado como festivo, folklórico o complaciente, cuando en realidad se trata de tragedia humana escrita con los códigos visuales propios de una cultura”.
Desde Venecia, Almada señala a D&D que esta Bienal posee una “construcción curatorial compleja y abarcadora que puede ser vista como una suma infinita de historias de exclusión y diáspora, de resistencia y obstinación”. Así, con 331 artistas, 87 pabellones nacionales y más de 30 eventos paralelos, esta edición generó mucha prensa. En apretada síntesis, Almada señala: “Mientras algunos artículos celebraron la irrupción del sur global, otros —verdaderamente demoledores— dieron cuenta de la perturbación y la incomodidad que la propuesta de Pedrosa (primer curador latinoamericano en más de un siglo de existencia) ha despertado en el sistema occidental del arte”.
Por Victoria Verlichak.