EDICIÓN Nº 181 

La evolución del baño moderno

Un ambiente… una historia Hotel Nissim de Camondo En la búsqueda de su aseo personal, el ser humano fue experimentando y utilizando distintos artefactos y dispositivos a lo largo de […]

Un ambiente… una historia Hotel Nissim de Camondo

En la búsqueda de su aseo personal, el ser humano fue experimentando y utilizando distintos artefactos y dispositivos a lo largo de la historia. En la Grecia clásica y en la antigua Roma el culto al cuerpo era una ceremonia pública integrada a la vida política y social. Las termas y casas de baño eran el ámbito donde pensadores, militares y ciudadanos alternaban en un clima de absoluto hedonismo. 

Al entrar en la Edad Media la costumbre de la higiene colectiva se redujo a monasterios y castillos de familias nobles, siendo drástica la disminución en las clases más bajas. Recién en el siglo XIX comenzó a incorporarse el cuarto de baño en las viviendas particulares. A partir de la revolución industrial se fueron desarrollando artefactos estandarizados que se conseguían mediante catálogos y en comercios específicos, modificando de a poco los hábitos de la sociedad posvictoriana.

Por otro lado, la confirmación científica de que los gérmenes se transmitían con mayor facilidad en lugares sucios, aumentó la preocupación por la limpieza y la profilaxis. A partir de principios del siglo XX tanto Inglaterra como los Estados Unidos fueron los principales innovadores en materia de sanitarios y los responsables de crear novedosos diseños de baños y griferías. Francia, un país con fama de ser más afecto a los perfumes que al agua y al jabón, no evidenció un gran avance en ese sentido salvo en el caso de importantes residencias y palacios.

Hacia finales de la belle epóque se construyeron los últimos grandes hoteles particulares. En esos años previos a la Primera Guerra Mundial, René Sergent fue el arquitecto por excelencia de esas casas que hoy sobreviven como museos, embajadas o sedes gubernamentales. Uno de sus mejores trabajos fue para el conde Moïse de Camondo, en el Parc Monceau de la ciudad de París. Sin entrar en los detalles de aquella magnífica residencia, al visitarla, uno de los ambientes que más llaman la atención son justamente las salas de baño.

Tanto el arquitecto como su cliente eran entusiastas de las últimas tecnologías en materia de higiene, tecnología y salubridad. De dimensiones acordes al resto de la vivienda, estos espacios fueron concebidos con la misma calidad conceptual. Al no existir en el mercado piezas a la altura del proyecto, René Sergent le encargó a la Maison Kula de París que importara los mejores modelos de Inglaterra para realizar su reproducción local. Las cerámicas esmaltadas de las paredes componen una suerte de trenzado que alterna con guardas en colores verdes o azules. La grifería es de latón niquelado tanto para los lavapiés, lavatorios, bañaderas y bidets, pero curiosamente no poseían ducha, una rareza para las costumbres francesas de ese momento. Por último, como detalle pintoresco, los techos eran abovedados para evitar la condensación y humedad.

Los baños diseñados por Sergent en el Palacio Errázuriz, que son contemporáneos a los de Camondo, están resueltos en estilos historicistas. El de la señora es pompeyano y el del señor es neoclásico. ¿No habrá podido el célebre arquitecto convencer a sus clientes sudamericanos de que el Luis XVI podía convivir armoniosamente con la mejor tecnología de la época?…

Texto: Marcelo Nougués

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