Edición Nº 187  Entrevistas 

Arquitectura de un romance: ENTREVISTA LUCA GUADAGNINO

Una antigua mansión es pieza clave en el argumento de Call me by your name, la novela de André Aciman que llegó al cine en 2016 de la mano de […]

Una antigua mansión es pieza clave en el argumento de Call me by your name, la novela de André Aciman que llegó al cine en 2016 de la mano de Luca Guadagnino. Nadie como este director italiano nacido en Palermo para recrear una de las historias de amor más conmovedoras de los últimos tiempos, no en vano a poco de su estreno ganó festivales, y hasta un Oscar por el mejor guion adaptado. “Para mí el espacio es fundamental” diría Guadagnino en una entrevista posterior. Y de eso dan cuenta los sets donde desarrolla sus películas, una declaración absoluta de su pasión por la arquitectura y el diseño de interiores, como puede apreciarse en la Villa Necchi Campiglio de Yo soy el amor, en la casa de Suspiria y en la de Cegados por el sol, en Pantelleria.

Cuenta que siempre quiso comprar la Villa Albergoni, una antigua fortaleza del siglo XVI convertida en residencia familiar, en Lombardía. No pudo darse el gusto, pero ese palazzo rodeado por jardines agrestes, con grandes ventanales y puertas talladas en madera y un fresco en el acceso principal pintado por Aurelio Busso, alumno de Rafael, resultó el marco perfecto para filmar aquel romance de verano. “Tiene un encanto aristocrático venido a menos, pero es más linda en la ficción que en la realidad. Además, está llena de fantasmas” confesaba durante su reciente estadía en Buenos Aires. Invitado a participar en el 8° Congreso Internacional de Interiorismo y Diseño organizado por DArA, su visita fue síntesis de esa transversalidad y cruce de disciplinas que inspiró el encuentro: además des director de cine es titular del Studio Guadagnino, fundado en 2017 cuando decidió abrazar su otra vocación. 

Tras debutar en el oficio con la remodelación de una villa a orillas del Lago Di Como, por encargo de su amigo Federico Marchetti (propietario de las tiendas Yoox y Net-a-Porter) y hacer el local de Aesop, en Roma, le siguió una lista de intervenciones para marcas de lujo que le permitieron participar por primera vez, junto con su socio Stefano Baisi, en el Salón del Mueble de Milán 2022.  

Leí que fundó su estudio a partir de una entrevista. Me pregunto cómo habrá sido aquella charla que lo animó a lanzarse a una nueva profesión

La entrevista de Dana Thomas para el T Magazine de The New York Times incluía mostrar los ambientes de mi departamento, y en la conversación le confesé que uno de mis sueños era diseñar interiores. Tiempo después, mi amigo Federico Marchetti leyó esa entrevista y me encargó la transformación de una antigua fábrica de seda del siglo XIX que había comprado. Así empecé. Sin tener ninguna formación específica.

Pero el interés por el espacio viene de antes, ¿cómo y cuándo descubre el poder narrativo de la decoración?

Creo que viene desde la infancia, probablemente por ese poder extraordinario de crear el mundo con objetos. Es algo hereditario. Mi madre era argelina y con mi padre, que era profesor, decidieron mudarse a Etiopía. La idea de la luz y el espacio quizá vienen de ahí. Pienso seguido en la casa donde vivíamos. Estaba dentro de un terreno con un jardín con muro adelante y atrás, no era una vivienda típica. Si hoy fuera a verla seguramente me parecería muy modesta y pequeña, porque mi recuerdo es el de un niño. Y cuando sos chico todo te parece más grande. Tenía un gran salón, dormitorios, la cocina miraba al jardín. Es una memoria vívida, muy fuerte para mí.

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¿Alguno de esos recuerdos están presentes en las escenografías de sus películas? 

Tal vez, pero no conscientemente…

¿Cómo conectan los espacios con los personajes y la historia? Es inevitable pensar en Call me by your name y el clima de libertad que se respira en esos ambientes de puertas siempre abiertas  

El cine debe contar una historia y la de sus personajes para un público amplio, dentro de un espacio bidimensional; el personaje siempre es producto del comportamiento y la interacción con ese espacio. En cambio, un proyecto privado parte del deseo del cliente que debe traducirse en un ámbito que mejore y transforme su vida. Son dos cosas diversas. Call me by your name empieza con una frase…“en un lugar del norte de Italia, en el verano de 1983”. El espacio es muy particular, en el sentido de que está dedicado al tiempo del aburrimiento, que parece detenido para darle lugar a una libertad interior. El problema es cuando el verano termina y el tiempo vuelve a pedir cuentas de nuestros actos. Cuando decidí continuar con la película – la dejó James Ivory, que no podía seguirla por cuestiones personales- ya habíamos pensado filmar ahí. La casa era menos elegante de lo que parece, y en la ficción la familia la había heredado, pero no tenía el dinero para mantenerla.  

¿Cuáles son sus referentes al momento de pensar la locación, tanto en las películas como en los proyectos particulares?

Con el estudio hicimos un local comercial inspirándonos en una película, si bien no logramos traducirla exactamente, fue un punto de partida. Pero cuando pienso en hacer cine pienso en el cine, por lo tanto, no tengo uno sino varios referentes, en principio Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Chantal Ackerman y Marguerite Duras…

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¿Como se encuentra con su socio y que interés estético los une?

Cuando me convoca mi amigo Marchetti yo necesitaba la ayuda de un arquitecto. Era un proyecto complejo. Después se fueron uniendo distintos profesionales, pero con Stefano seguimos trabajando hasta hoy. Tenemos una proximidad estética fuerte, aunque somos muy distintos. No estudié, pero tengo un gran interés por la arquitectura. No me interesa la profesión a partir del diseño interior, sino desde la concepción del espacio arquitectónico. Tenemos vocación por una serie de elementos como el ritmo, la simetría, la austeridad. La diferencia es que al momento de llenarlo yo soy más libre, mientras que Stefano tiende a poner menos cosas, así que nos complementamos. El gusto es un músculo que se entrena, y nos contagiamos positivamente.

¿Podría mencionar las obras más representativas del estudio?

Villa Marchetti fue importante, pero después hicimos el local de Aesop, en Roma, y tantas otras para marcas internacionales. Lo que estamos por hacer próximamente será revelador porque es muy ambicioso, un proyecto de diseño que implicará un trabajo largo, no solo en Italia. Creo que los primeros años del estudio nos trajeron hasta acá con grandes resultados y el reconocimiento en la industria, un privilegio para nosotros. Ahora es el momento de pensar en el futuro.

¿Qué porcentaje de tiempo le dedica al cine y al diseño en su vida cotidiana?

Los dos al 100%. Me ocupo en simultáneo, es mucho, pero trabajo con arquitectos en los que confío mucho

¿Cómo es su casa?

Vivo en un departamento de 120 metros en un edificio proyectado por el arquitecto Guido Minoletti después de la guerra, en la década de 1950, en Brera, Milán. Se conoce como la “Casa del cedro” porque en torno a un gran cedro libanés que había en el terreno se levantó un complejo con una imagen casi del futuro, y en el que las ventanas ocupan un lugar preponderante. Es de un estilo modernista. Está en el quinto piso y por dentro lo diseñé luego de reflexionar como debería ser la casa de un hombre. Puedo decir que el interior es el departamento de un gentilhombre… 

Si la visitara, ¿podría descubrir su personalidad? 

Un poco, nada más. Tengo misterios…hay más de un departamento. Son muchos departamentos en uno porque soy muchas personas, como decía la poetisa Patricia Valduga: “no soy yo, sino la suma de todos los que fui en las diferentes edades de mi vida”…

Texto: Marina Gambier.

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