Edición N´198  Retrato 

CON HISTORIA FAMILIAR

ENTREVISTA EXCLUSIVA CON MARIA PORRO, PRESIDENTA DEL SALONE DEL MOBILE DE MILÁN Y AL FRENTE DE UNA FIRMA FAMILIAR CON CIEN AÑOS DE PRESENCIA Cortó flores de su jardín, puso […]

ENTREVISTA EXCLUSIVA CON MARIA PORRO, PRESIDENTA DEL SALONE DEL MOBILE DE MILÁN Y AL FRENTE DE UNA FIRMA FAMILIAR CON CIEN AÑOS DE PRESENCIA

Cortó flores de su jardín, puso su vajilla preferida en la mesa y acomodó las copas. Era una cena especial y Maria Porro, la presidenta del Salón Internacional del Mueble de Milán, recibía a un invitado que hacía años quería conocer. El artista visual y escenógrafo Robert Wilson cruzó la puerta y se dejó llevar por el olfato: en la cocina, la mamá de Maria alistaba una fuente de tortellini de Módena con salsa casera, un clásico de la familia. Maria es un eslabón clave de este clan emblemático, cuya empresa de equipamiento y mobiliario —que lleva el apellido familiar— acaba de cumplir 100 años. Hoy se convirtió en la primera mujer en dirigirla.
“Disfruto mucho los intercambios con los artistas, son encuentros mágicos que se dan solo durante el Salone”, dice Maria, al frente de esta plataforma internacional que cada abril mueve las agujas de la escena del diseño e interiorismo y las lleva a otro nivel.
Entre las primeras palabras que pronunció apenas aprendió a hablar, tavolo (mesa) y sedia (silla) competían con “mamá” o “papá”. Maria es cuarta generación de fabricantes de muebles italianos, hija de arquitectos y bisnieta de Giulio Porro, uno de los fundadores de la firma Porro S.p.A., junto a su hermano Stefano. “Crecí entre muebles, jugaba a las escondidas en las fábricas de Brianza, me conocía de punta a punta la expo”, dice la escenógrafa, graduada en la Academia de Bellas Artes de Brera, durante uno de los eventos de la 63ª edición del Salone.
Sin embargo, el sueño de esa niña no era la arquitectura ni el diseño. “Quería ser sopladora de vidrio. Visitaba mucho Murano y desde chiquita soñaba con realizar objetos soplados… Muchos quieren ser reyes, papas o astronautas. Yo quería soplar vidrio”, confiesa durante la entrevista exclusiva con D&D.
Las charlas infinitas con diseñadores que juegan en las primeras ligas nutrieron desde siempre su perfil creativo, ahora con más ingredientes de gestión: el armado de una exposición de la magnitud del Salone le lleva un año entero de trabajo, acompañada por un equipo de profesionales que la vieron crecer, como Marva Griffin, curadora y fundadora del SaloneSatellite —la gran vidriera del diseño sub 35—, con quien comparte presentaciones y entregas de premios. Los gestos públicos de cariño hablan mucho más que sus discursos y palabras halagadoras.
“Esta edición fue especial. Disfruté muchísimo la Bienal Euroluce porque la iluminación es un aspecto que siempre me llamó la atención. Con apenas un dispositivo podés cambiar el clima y la energía de los espacios”, apunta. Otros encuentros que atesora están vinculados con dos invitados especiales que participaron del programa cultural del Salone. Por un lado, Es Devlin, la artista visual que envolvió la Pinacoteca de Brera con una instalación sonora y lumínica —“una auténtica rockstar”, la define Maria—. Por otro, Paolo Sorrentino, el cineasta que instaló “La dolce attesa” (la dulce espera), una intervención que plantea qué nos pasa cuando estamos en una sala de espera. “La espera es un gran tema en estos tiempos vertiginosos”, dice.
Madre de dos niñas, la presidenta del Salone hace lo mismo que hizo su mamá con los dibujos, collages y maquetas que creaba cuando era chiquita. Los guarda en una caja especial, para apreciar el paso del tiempo y los distintos puntos de vista. “Mi casa está llena de arte, aunque en el living, en un lugar destacado, están las obras de mis hijas. A la creatividad hay que estimularla desde el minuto cero”. Porro conoce de cerca los entretelones de los grandes eventos que involucran arte y diseño. Entre otros, participó en las producciones de las ceremonias de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Sochi 2014.
Otro de los elementos que atesora en su memoria emotiva son las máquinas industriales. En especial, un objeto que formó parte de su vida cotidiana durante la niñez: el tecnógrafo de sus padres, una de las joyitas familiares que heredó. “Lo usé muchísimo durante la universidad, fue un aliado para resolver los planos técnicos. Hasta que llegaron las computadoras… Pero siempre va a formar parte de mi historia y de mi legado”, destaca entre los pabellones de esta feria a la que llegaba de la mano de sus abuelos y en la que jugaba junto a sus primos. “Acá pertenezco: es mi comunidad, mi casa y parte de mi vida”, dice emocionada.

 

Texto: Vivian Urfeig

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