Edición Nº195 

EL JARDÍN MAJORELLE

MARRAKECH En los límites de la Medina de Marrakech se encuentra uno de los jardines más bellos y exóticos del mundo. La variedad de su vegetación, compuesta principalmente por cactus, […]

MARRAKECH

En los límites de la Medina de Marrakech se encuentra uno de los jardines más bellos y exóticos del mundo. La variedad de su vegetación, compuesta principalmente por cactus, yucas, buganvilias, bananeros, cocoteros y bambúes son una suerte de espejismo en un oasis del desierto.

El predio, que consta de dos hectáreas, fue adquirido por el pintor Jacques Majorelle en 1923, que había llegado a Marruecos en 1917 en búsqueda de un clima más benévolo para su salud. Hijo del célebre ebanista Louis Majorelle, que fue uno de los artistas más renombrados del período art nouveau, se instaló en los límites de La Palmeraie de Marrakech y en 1924 compró las tierras e inició inmediatamente la tarea de plantación.


Una década después, ya con parte del jardín en crecimiento, le encargó al arquitecto francés Paul Sinoir una villa art déco para vivir y un pabellón para su taller. Es en este espacio de trabajo que, en 1937, inspirado en las ventanas de los kasbah bereber, creó el famoso Azul Majorelle con el que pintó las paredes de su vivienda.


Majorelle abrió su jardín al público entre 1947 y 1962, año en el que murió en París y el predio entró en el olvido hasta casi desaparecer. Sin embargo, en 1980, bajo la amenaza de un proyecto inmobiliario que iba a seccionarlo y demolerlo, el jardín encontró un mecenas que le devolvió su antiguo esplendor. Yves Saint Laurent y su pareja Pierre Bergé, quienes desde 1967 eran propietarios de una casa sencilla llamada La Serpente —nombrada así por la serpiente representada en el mural pintado por el propio diseñador en una pared del comedor—, vendieron esta propiedad y adquirieron Daar es Saada. Esta nueva residencia estaba muy próxima al jardín, y por ello los famosos vecinos lo visitaban diariamente en búsqueda de paz e inspiración. Alertados de su posible demolición, consiguieron detener el proyecto y comprar el predio. A partir de ahí comenzaron un proceso de restauración y ampliaron de 135 a 300 el número de especies vegetales.
Lo que antes había sido el taller luego fue transformado en un museo de arte islámico especializado en los Bereberes, una antigua etnia africana poseedora de una cultura ancestral. Tras la muerte de Saint Laurent, en 2008, y de Bergé, en 2017, el jardín, que es cuidado y mantenido por veinte jardineros, se convirtió en una de las mayores atracciones de Marrakech: un lugar mágico, cargado de historia y pasado, que merece ser descubierto.

 

Texto: Marcelo Nougues

 

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