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#TBT: Luis Felipe Noe

Es el autor de » Antiestética» y de «El arte contra la tecnología y la rebelión» Su vida es una búsqueda permanente. Su obra lo testimonia.  ¿Qué lugar ocupa el […]

Es el autor de » Antiestética» y de «El arte contra la tecnología y la rebelión»
Su vida es una búsqueda permanente. Su obra lo testimonia.
 ¿Qué lugar ocupa el pensamiento, la reflexión en su proceso creativo?
– Yo soy un hombre de dos lenguajes: el escrito y el pictórico. La pintura es una forma de expresión que no tiene nada que ver con la palabra. El lenguaje de la palabra parte los nombres de las cosas. El lenguaje de la pintura llega a nombrarlas. A partir de elementos básicos y abstractos, líneas, formas y colores, se puede concretar un objeto, una figura. En cambio en el lenguaje de las palabras, a partir de los nombres de objetos y situaciones se puede llegar a abstraer la realidad. La poesía, alguna poesía, lo hace. Puede parecer que la reflexión ocupa un gran espacio en mi vida. Pero no olvide que una cosa es pintar y otra, reflexionar sobre el hecho de hacerlo.
 ¿Pintar excluye pensar?
– No. Creo que cuando uno pinta, también piensa. Lenguaje y pensamiento van juntos. Uno formula un pensamiento en lenguaje. Y uno se entera de lo que va queriendo decir a partir de decirlo. Que el lenguaje sea de palabras o pictórico, no altera el hecho de que hay una formulación.
¿Cuáles son los elementos imprescindibles para esa formulación?
– Saber ver. Saber deducir campos de tensiones, campos de vibraciones, como en la música. Uno va definiendo un campo en relación a otro. Un elemento llama la atención en relación a su contrario. Son esas tensiones plásticas con las que hay que verse a la hora de pintar, para saber, mejor dicho para ir sabiendo, qué va a pintar. Uno sabe qué quiere a medida que lo formula.
¿Usted cree en una aproximación racional al hecho de pintar?
– No. Creo que uno va solucionando sus enigmas de manera racional, al actuarlos. Pero esas deducciones son casi silogísticas.
¿El hilo conductor que une su obra pictórica está hecho de emoción, de reflexión, de inferencias, de impulso o de guerra permanente entre estos elementos?
– Mire, soy un geminiano. Para mí todo está relacionado entre sí por oposición, dialécticamente. El expresionismo puro no existe. El racionalismo puro tampoco. Curiosamente, el padre de toda una actitud racional, es Cèzanne.  Y Cèzanne era un expresionista latente. Mondrían nace directamente de Van Gogh. En la actitud verdaderamente artística hay una dialéctica entre emocional y lo racional.
¿Usted considera a Paul Klee un exponente -en sus términos dialécticos – de una formulación simple basada en una complejidad elaborada?
– Si. Yo creo que Klee es una etapa avanzada de lo que yo llamo el strep-tease de la pintura. Se quita las vestimentas de la Academia y se aproxima a la depuración del lenguaje. Descifra la estructura del pensamiento plástico visual. Es al mismo tiempo racional y lírico. Esas líneas que recorren un camino se montan en un silogismo visual.
¿Su visión de la vida siempre es en base a la contraposición?
– Si. Busco las paradojas. Ver el anverso y el reverso. La gran amistad que construimos con Jorge de la Vega fue en base a esta búsqueda. Y en la pintura es fácil ver los opuestos. Los encuentros en cosas tan obvias como dar la vuelta a una tela y pintarla al revés. Me interesa el objeto total. Será por eso que amo a Collingwood «Convertir el pensamiento en naturaleza y la naturaleza en pensamiento».
¿Y cómo sentía cuando tiró su obra al Hudson, en la época en la que dejó de pintar?
– No tiré la obra de Hudson. Nunca me importó conservar lo que hacía. Pero en ese momento , no tenía espacio para guardarla, ni forma de transportarla porque eran instalaciones. Entonces simplemente me, me deshice de ella. Esos nueve años fueron una crisis en mi evolución. 
Pero lo fundamental fue el placer. 
¿Por eso volvió a pintar?
– Antes organicé una muestra en Carmen Vaugh » El placer de pintar» donde invitaba a la gente a pintar. Porque después de todo si uno no hace lo que le da la gana en la pintura ¿adónde lo va a hacer? 
No hay que sufrir . Hay que gozar y zambullirse en ella sin miedo. ¿Por qué me mira?
Para descubrir qué hace con los miedos. 
– Temerles. Su trasfondo son los prejuicios. No hay que partir de ellos. Hay que alcanzar una finalidad: saber entenderse con línea, espacio y color. 
¿Y qué pasa con el humor?
– Hay que tenerlo para la vida. Sino, uno se convierte en un papanatas solemne. Para mí el humor es la revelación del alma. 
¿Se le revela a menudo?
– Como una ironía estructurada en base a la paradoja. 
¿No le parece un terreno peligroso el del absurdo?
– Soy pintor. Lo revelo. No propongo absurdos. Ya están propuestos. Como la fábula de » El rey está desnudo».
Tengo una duda ¿le hubiera gustado hacer poesía?
– Mucho y algunas hice. Las escondí como ropa sucia. Pero fui periodista, escribí ensayos y una novela. «Códice rompecabezas sobre recontrapoder en cajón desastre» Los originales los hice cuando me sentía pataleando en el vacío. Cuando no pintaba. 
¿Cómo fue volver a pintar?
– Yo me había ido del plano. Tenía que volver a él. Y desde hace doce años que estoy trabajando con todas mis etapas. Tengo hecho un camino. Y quiero entenderme. Siento aquí lo de la poesía de Machado «Caminante no hay camino se hace camino al andar…».
¿Y la muerte? 
– ¿ Por qué pensar en la muerte?  Sabe cómo va a llamarse mi exposición en lo de Ruth Benzacar: «De paso por la vida» Aunque…
No. Aunque nada. La vida lleva implícita la muerte.  
 
Texto: María Emelia Torralba.
Edición N° 3 de Revista D&D.

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