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#TBT: Benedit, «La pintura es un sino»

En este jueves de #TBT recordamos la entrevista al artista plástico Luis Benedit que formó parte de la edición Nº 6 de D&D. ¿Qué es anterior en tu vida, la […]

En este jueves de #TBT recordamos la entrevista al artista plástico Luis Benedit que formó parte de la edición Nº 6 de D&D.
¿Qué es anterior en tu vida, la pintura o la Arquitectura?
-La pintura. Yo era el que mejor dibujaba de mi clase.
Y seguí pintando cuando entré a la facultad de arquitectura. Pero no tenía la idea de profesionalizarme.
-¿Cómo fue que te convertiste en pintor profesional?
Tenía 20 años cuando Nicolás García Uriburu estaba conmigo, y  en la facultad me empujó a exponer.  Y lo hice en el año 61 en la galería Lirolay.
-¿Qué sentiste la primera vez que viste tus cuadros expuestos?
-Fue una gran sorpresa venderlos. Creo que fue lo que más me gustó. El hecho de ganar plata me pareció mágico, fantástico.
– ¿Eran óleos?
-Sí, óleos. Era la época del informalismo, así que estaba influido por las texturas y los granos, por agregarle harina y talco a la pintura.
-¿Y la temática?
-Habíamos estado en Perú con Nicolás, lo que me influenció bastante para algunas obras. Las otras eran personajes históricos. Había retratos de Urquiza, de Quiroga.
-¿Tu trabajo como arquitecto se integra al de pintor?
-Creo que sí. No se integra físicamente porque no podés reconocer la mano del arquitecto en las pinturas y viceversa.  Pero se une en la manera de pensar. La arquitectura proporciona disciplina. Como tenés que considerar la diversidad de factores te acostumbrás a considerar las variantes, a tener parámetros, límites. Te acostumbrás a imaginar en el espacio lo que estás proyectando. Yo no pinto impulsos. O sí …pero a impulsos con ganas, no de inspiración.
¿Cómo es eso?
– Sé exactamente lo que voy a pintar. Puede no salir a lo que imagino, pero por un problema técnico y no de imaginación.
-Frente a una tela en blanco te manejás con las mismas variantes que frente a un plano, donde las pautas son externas?
-Con el plano hay límites.  Pero con la pintura también te los ponés. Hay quienes empiezan a pintar y lo hacen con un trazo diagonal, de derecha a izquierda y en colorado porque ése era el color que tenían en el frasco. Y desde ahí continúan. Es como una pintura automática. Otros trabajan con manchas.
-Y vos?
-Yo lo tengo imaginado todo.
No exactamente cada pedacito, pero sí prácticamente todo. Sé cómo va a ser.
-¿ Sabés cómo va a terminar?
-Sí. Puedo empezar por una punta y terminar por la otra.
No hago los pasos previos, o sea un bosquejo, después un bosquejo más adelantado y después el final. Hago dibujitos muy chicos y después pinto directamente. Creo que para eso me ayudó la arquitectura. Para suprimir
 los pasos previos.
-¿Los pasos previos o el desarrollo casual donde uno se sabe adónde va?
-Sí. También suprimí eso.
-¿Y eso no te impide una búsqueda interior más conflictiva pero más rica?
-No
¿No lamentás la falta de sorpresa que proporciona un camino inesperado?
-No. Podés buscar. Trabajar . Al pintor automático le van saliendo cosas distintas y las va modificando. Pero yo puedo imaginármelas.
-¿Qué diferencia hay entonces, para vos, entre la fantasía y la imaginación, aunque te parezca una pregunta sartreana?
-Me aparto de toda tentación filosófica. Imaginar es como imaginar un modelo, una cosa trasladable. Para mí, el mejor momento en el que se me ocurren cosas es antes de dormir.  Y siempre me digo » mañana me voy a acordar de esta imagen porque es fantástica». Pero no me acuerdo. En el fondo soy un artista «visor» . Un buscador de imágenes. Todos buscamos un truco plástico.
-¿Un truco?
-Sí. La base del éxito es encontrar un truco. Llamalo idea, si querés. Pero un truco o una buena idea cada cinco o diez años es lo que te lleva adelante.
-¿Una salida, una resolución? ¿La pintura no es un lenguaje paralelo al lenguaje – palabra un camino más que una forma de resolución práctica?
-No. Creo que la pintura es un sino, lo que te toca en la vida. El trabajo cotidiano que te produce placer, bronca, todo lo que acarrea una labor. El pintor pinta, pero yo creo que no sabe muy bien por qué tiene que hacerlo.
-independientemente de esa reflexión, ¿no hay una necesidad expresiva?
-Sí. Pero no lo llamaría lenguaje. Había un francés que decía que un pintor es igual a un plomero. La única diferencia es que el pintor termina la obra, busca a su mujer y le dice: «Che María, vení a ver lo que hice». El plomero guarda silencio.
-Tenés impresión de que nos estamos adentrando en el arte conceptual?
-Bueno…al menos todo el arte conceptual de los 70′ fue una reflexión sobre qué es el arte y, por extensión, la pintura. Fue una gran reflexión que tuvo a cien mil artistas trabajando, pensando acerca de la naturaleza del arte.
-¿Con qué resultados?
-Producir una especie de arte para los artistas. En ese sentido creo que fue un lenguaje como el de una secta  o de una pandilla que se entiende por ciertas cosas. El arte se separó mucho.
-¿Del espectador?
-Si. Pero te voy a decir algo.
El arte de Occidente, para los artistas es la búsqueda de un lenguaje permanente y con una tendencia, en lo posible, a la originalidad a ultranza. Eso no es malo. En cambio en Oriente, por lo que sospecho o por lo poco que  he podido ver, importa más la manera de hacer, la forma de utilizar los elementos. Les interesa el producto acabado. Un profesor chino te tiene un año hasta que agarrás bien el pincel y dos años antes de pintar un bambú.
En cambio nosotros vamos al resultado final, sin pensar en cómo salió.
-¿Qué?
-Pintar.
-Yo soy occidental. Me interesa el punto final.
-¿Qué opinás de las escuelas de Bellas Artes, de los elementos que aportan para los chicos de catorce años en nuestro país?
-No sé mucho.Pero como enseñé un año, en la Escuela Superior traté con gente supuestamente ya formada en Bellas Artes en su manera de pensar.
Gente que si no le ponés un modelo delante no puede arrancar (un modelo como un gatillo). Necesitan una persona desnuda o una manzana. No pueden pensar. Todo está reglamentado desde hace 80 años.
-¿Qué crees que falta?
-Creo que hay que dotarlos de una capacidad técnica como en las escuelas holandesas.  deben saber grabar, pintar…Pero sobre todo deben  tener una estructura mental. No creo que la escuela tenga que ser un lugar donde se diga «dale, pibe, adelante, hacé lo que quieras». Pero creo que es indispensable la formación histórica.
-¿Vos te considerás autodidacta?
-Si.
-¿Tus personajes son una memoria?
-Si. poco a poco he vuelto a una imagen de las primeras cosas que hacía y que eran más intuitivas. Los primeros años fue vomitar cosas ligadas al campo.  En los últimos años me interesé por las cosas ligadas a nuestros orígenes culturales.
-¿Cómo definirías tu trabajo?
-Puede que sea moralista, en el fondo. O que trabaje con parábolas. Pero creo que hay un llamado a la reflexión en ciertas cosas. Y también todas las excusas válidas posibles para pintar.  Por otra parte es todo lo que busco: excusas para pintar. Los japoneses dicen que lo que uno hace es justificar el placer de pintar todos los días. Con todos estos temas, al preguntarse sobre nuestros orígenes en la identidad cultural, se presenta el peligro de caer en la cosa folklórica. En un arte límite, del que si te pasás, te caés al abismo.  Te equivocás.
-¿Te equivocás de cual acierto?
-No lo sé . Me interesa la idea de borde de límites. Si te pasás no sirve.
-Si tuvieras que rescatar pintores ¿cuáles dirías que te han impactado en Occidente?
-Creo que eso cambia con la edad. La primera vez que fui a París (expuse en el año 65) me hicieron una entrevista en la radio y me preguntaron lo mismo. Yo dije «Picasso». Me trataron como un tarado, Picasso se sobreentiende, está como fuera de tema, me contestaron.  Después decidí que Picasso no me gustaba. Y luego me volvió a gustar.
-¿Qué es lo que te gusta de Picasso?
Todo. Todo lo que ha hecho me produce la sensación de un artista, aunque pueda parecer tonto. Un artista con intencionalidad capaz de hacer dos líneas en un papelito con una carga…
Es un artista hasta la  médula.
No sé quién decía » Cuando yo escupo produzco un hecho artístico» y es cierto en el caso de Picasso es cierto.
Y cuando te dejó de gustar, ¿por qué te dejó de gustar?
-Porque me creía más inteligente pictóricamente.
Textos: Amelia Torralba
Fotos: Xavier Verstraeten

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