Edición Nº 194
La cultura viva de un pueblo
Diálogo exclusivo con Bérengère Primat, la coleccionista francesa de arte australiano aborigen de la Fondation Opale. Memoria milenaria que llegó al pabellón de Australia, ganador del León de Oro en […]
Diálogo exclusivo con Bérengère Primat, la coleccionista francesa de arte australiano aborigen de la Fondation Opale. Memoria milenaria que llegó al pabellón de Australia, ganador del León de Oro en la 60ª edición de la madre de todas las bienales.
Venecia, Dorsoduro. Esta es una historia en dos tramos. El primero fue la visita a la Fondation Opale en los Alpes suizos, donde la coleccionista Bérengère Primat ha consagrado el espacio y la pasión al arte aborigen australiano. Pintores callados y lejanos, con un legado cultural de miles de años, una paleta vibrante y una manera personalísima. Por un camino alpino y sinuoso, que lleva de Crans-Montana a Lens, en el Valais de la Suiza francesa, hay una sorpresa inesperada: un edificio moderno y vidriado que mira a los Alpes y reproduce en su piel el alma de las pinturas lejanas.
A semanas de visitar esta Fundación encontré en la Bienal de Venecia la génesis de todo. El artista Archie Moore, británico por parte de padre y heredero de la tradición ancestral por parte de su madre, dibujó con tiza en el Pabellón Nacional de Australia su árbol genealógico de 65 mil años: libro de la cultura viva de un pueblo. Este Pabellón se llevó el León de Oro en la última edición de la Bienal de Venecia, dirigida por el paulista Adriano Pedrosa, que tiene como lema “Extranjeros en todas partes”. Innovadora y distinta, la Biennale abre las puertas al arte menos conocido, los artistas que están fuera del mercado y del canon, los desconocidos, los migrantes, los artistas queer.
Merece un doble clap la pasión de Primat por consagrar un museo de última generación, en sintonía con los estándares internacionales, a la obra de artistas anónimos que recorren milenios.
-¿Cuál fue su primer contacto con el arte aborígen australiano?
La primera vez fue en 2002, en París, durante una exposición dedicada a los artistas masculinos de muchas comunidades australianas, titulada «Wati, los hombres de la ley». Allí fui descubriendo la belleza de una paleta envolvente.
-¿Cómo define la estética de estos creadores autóctonos?
Las creaciones originales son colectivas en su mayoría. Luego, la apertura al mundo del arte a personas no iniciadas generó una evolución hacia creaciones individuales con un estilo personal, pero siempre respetuoso de las historias tradicionales por transmitir. En general, los estilos dependen principalmente de las regiones.
-¿Existe un mercado para este tipo de trabajos?
Hoy diría que sí, pero toma tiempo para que Occidente se interese. Es un largo camino entre la distancia geográfica y la denigración de toda forma de arte primitivo.
-¿Ha visto a estos artistas trabajar in situ?
Me siento privilegiada porque he conocido muchos artistas que están en la matriz del movimiento del arte aborigen contemporáneo y he pasado tiempo con ellos durante mis viajes al interior de Australia, la Tierra de Arnhem o la región de Kimberley.
-¿Cuál es la forma de vida de estos pueblos autóctonos y cuál la inspiración de sus obras?
La forma de vida es todavía complicada, un pie en el pasado y otro en el mundo moderno. Algunos viven en comunidades cerradas a los extranjeros, otros en las ciudades. En cuanto a la inspiración, sus obras recrean los viajes de los ancestros, los creadores de paisajes y de toda ley sobre la tierra.
-¿Por qué decidió fundar un museo para difundir este arte ancestral?
En 2018, una fundación cultural que había abierto cinco años antes me pidió que pensara en una exposición a partir de mi colección. Así surgió “Territorio del sueño” (Country of the dreaming). Cuando la exposición ya había inaugurado me comunicaron que buscaban a alguien para tomar a su cargo el lugar, porque no tenían los medios financieros para continuar. Decidí hacerlo yo y la llamé ópalo, como la piedra que se encuentra en Australia y refleja los colores del arco iris en el cielo.
-¿Esta relación de acercamiento influyó en la producción de los artistas?
Creo que no en aquellas que estaban en el comienzo del movimiento, pero es interesante ver que los motivos tradicionales, como los círculos concéntricos, se encuentran en el arte de otras partes del mundo en épocas similares o diferentes, como si existiera una conexión secreta e invisible.
Opale organizó la exposición “Contrapunto”, que activó la reflexión y relación entre arte aborigen y obras de artistas occidentales conocidos. ¿Cuál fue el balance de esta experiencia?
Fue un descubrimiento que personalidades destacadas aceptaran responder a la invitación de elegir una obra de arte aborigen y luego proponer una obra “espejo” en la que se reflejara el impulso creador. No se trataba solamente de compararlas sino de hacerlas dialogar.
-¿Seguirá en las nuevas generaciones esta tradición pictórica?
Creo que sí, pero es evidente que se modificará con el tiempo. No todo lo que evoluciona desaparece.
-¿Cuál fue la mayor satisfacción que le dio este proyecto?
Más allá de mi familia y mis amigos, este proyecto es mi alegría de vivir. Espero poder contribuir al conocimiento y reconocimiento de un movimiento artístico único.
Texto: Alicia De Arteaga.