Arquitectura Edición N´198 Sin categoría
CUANDO LO SIMPLE ES SOFISTICADO
CON UNA EXTENSA TRAYECTORIA Y OBRAS DE UN ESTILO DISTINGUIDO Y LUMINOSO, ESTA INTERIORISTA COLABORA CON ESTUDIOS DE ARQUITECTURA EN CHILE Y ARGENTINA. Hija de una decoradora y nieta de […]
CON UNA EXTENSA TRAYECTORIA Y OBRAS DE UN ESTILO DISTINGUIDO Y LUMINOSO, ESTA INTERIORISTA COLABORA CON ESTUDIOS DE ARQUITECTURA EN CHILE Y ARGENTINA.
Hija de una decoradora y nieta de un reconocido arquitecto, Ana Domínguez creció en una casa llena de luz, entre alfombras de sisal y sofás blancos, en una época en la que en Santiago de Chile aún reinaban los verdes botella y las maderas oscuras. “Yo no lo percibía entonces, pero mi casa era muy novedosa y vanguardista respecto a otras. La estética no era una elección, era una atmósfera familiar”, recuerda.
Ana reconoce como referentes a Christian Liaigre, Joseph Dirand y a la mexicana Mariana Rivera. También considera fundamental la influencia artística en sus proyectos: “El color lo da la pintura. Prefiero alfombras lisas para que los cuadros resalten. El arte es el alma de una casa”. Con más de 20 años de trayectoria, sigue apostando por una estética relajada pero cuidada. Y su fórmula permanece más allá de las tendencias: “La verdadera sofisticación está en la simpleza. No hay que tener miedo a usar lo lindo todos los días. Vivir en la belleza también es una forma de habitar”.
¿Cómo fueron tus comienzos?
Había estudiado diseño de vestuario —dibujaba vestidos desde el colegio— y, después de una década en la industria de la moda, un proyecto personal publicado en la revista ED, una reconocida publicación de decoración chilena, me impulsó a dedicarme al interiorismo. Empezaron a llegar muchos pedidos y así formé mi propia oficina.
¿Cuál fue tu primer trabajo?
Llegó de una clienta que tenía su casa decorada nada menos que por Juan Pablo Molyneux, un gran decorador chileno que vive en Francia. Me pidió que hiciera un proyecto para su casa de la playa. Me dijo que quería mi simpleza y mi mirada juvenil.
¿Cómo definirías tu estilo?
Creo que es una mezcla de lo cálido, lo simple y lo sofisticado. Me gustan los materiales nobles, los colores neutros y crear espacios que se vivan. Hoy las viviendas tienen que ser funcionales: las cocinas son el corazón de la casa y los livings se usan de verdad. La pandemia ayudó a romper muchas rigideces: empezamos a ver tapizados de lino blanco, escritorios en los comedores y televisores en lugares antes impensados. Y todo eso, sin resignar el buen diseño.
¿Qué proyecto destacarías entre los que has realizado?
Para mí fue muy especial el centro comercial Mall Casa Costanera. Cuando me llamaron, les dije: “Yo hago casas, no malls’. Y me respondieron que justamente por eso me llamaban. Junto al estudio argentino VMA, creamos un espacio abierto, con mármol travertino, árboles reales, tonos neutros y proporciones humanas. Cambió la forma de habitar el barrio. Hoy ves gente caminando, paseando sus perros, tomando café. Antes, eso no pasaba.
¿Cómo describirías la forma de trabajar en Chile?
Hoy todo se hace en equipo. Los arquitectos trabajan con interioristas, paisajistas, y la obra se va pensando en conjunto. Para mí es fundamental la iluminación, porque creo que hay que diseñar una casa como una experiencia donde están presentes todos los sentidos.
Texto: Pablo Sáez