EDICIÓN N°176 

Clásico Tríplex en Miami

Casi sin proponérselo, en los últimos quince años Gonzalo Bruno Quijano pasó más tiempo trabajando en el extranjero que en Buenos Aires. Madrid, Florencia, Londres, Nueva York y San Pablo […]

Las mesas centrales tienen armazones de bronce patinado con laca con piezas de biombos chinos, sobre ellas, porcelanas chinas; al costado de los sillones mesas Guéridon, lámparas chinas en azul y blanco y alfombra de yute.
En el comedor sillas y consola Regency con chinoiserie y papier paint comprado en Nueva York. Escultura de un discípulo de Henry Moore.

Casi sin proponérselo, en los últimos quince años Gonzalo Bruno Quijano pasó más tiempo trabajando en el extranjero que en Buenos Aires. Madrid, Florencia, Londres, Nueva York y San Pablo fueron las ciudades en las que el talentoso arquitecto e interiorista se instaló por largas temporadas para ponerse al frente de distintos proyectos.

Uno de ellos fue la remodelación de un tríplex en un edificio emblemático frente a la playa de Bal Harbour, en Miami. “Mis clientes son una familia argentina que se queda en esa ciudad varios meses al año. Necesitaban un departamento con todas las comodidades para vivir y para recibir amigos, ya que son muy sociables. Me dieron total libertad para trabajar”.

El piso fue construido en la década de 1950. En el cuarto papel de Colefax & Fowler, manta de algodón, lino y seda; mármol de Carrara con incrustaciones de lapislázuli y griferías de Waterworks para el baño.

¿Y cómo resolvió una obra monumental? “Viajé seis veces al año durante los casi cuatro que duró la reforma. Allá contraté a una empresa constructora de primer nivel y a una arquitecta para que supervisara todo, y alquilé un depósito a donde llegaba todo lo que iba comprando. Los muebles los seleccioné en viajes a Nueva York”. Además del interiorismo, cambió cables, aires acondicionados, instaló cámaras y utilizó la última tecnología.

A pesar de una larga trayectoria y reconocimientos internacionales, ya no tiene ganas de pasar tanto tiempo fuera de su país: “aceptaría proyectos en el exterior, pero sin volver a la locura en la que viví en estos últimos años; perdí mucho contacto con la gente que quiero”, confiesa.

Texto: Marina Aranda

Fotos: Blue Ocean Architectural

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