#TBT: josefina Robirosa.
Más de cien exposiciones y cantidad de premios hablan sobre su trayectoria. Pero desde las paredes de su casa, las obras testimonian la sólida relación entre una mujer y su […]
Más de cien exposiciones y cantidad de premios hablan sobre su trayectoria. Pero desde las paredes de su casa, las obras testimonian la sólida relación entre una mujer y su expresividad humana: la pintura. » Los críticos esperan. Mientras tanto yo pruebo, pruebo y pruebo. En cuanto sé hacer algo, me pongo a hacer otra cosa», dice refiriéndose a su trabajo. Durante más de treinta años sus incursiones por la abstracción no evitaron una referencia figurativa. Nada en su estilo es reiterativo. De sus composiciones con geometría – Las «rayitas» como ella las llama – necesitó salirse con espontaneidad. «Quise contrarrestar la prolijidad con el impulso. Entonces abrí un poco las rayitas y el paisaje empezó a entrar».
– Josefina ¿qué es la pintura para vos?
– Es la gimnasia de mi alma.
-¿Cómo es el proceso?
– Es complicado describirlo. Pero te resumo: hago lo que tengo ganas. Con calidad. Aspiro a hacer una pintura que no canse, que se sostenga. En fin, ésa es mi aspiración.
– ¿Cuáles son los elementos en contra con los que te encontrás?
– Creo que el único elemento en contra que me molesta es la falta de verdad. La astucia. Y yo no soporto las astucias porque tienen patas cortas. El mercado norteamericano consume la astucia.
– ¿ Y qué es la astucia en la pintura?
– El maquillaje, la trampa. Escuchar a los snobs que te dicen que es genial. El retoque pensando siempre en el espectador y su juicio y no por necesidad.
– ¿Cómo funciona para vos la verdad?
– Creo que en la madurez. En olvidarse del espectador. Porque si uno escucha a otros , no se escucha a sí mismo. Y lo más importante es tener ojos y oídos atentos para percibir el camino. Pero buscando dentro de uno, siempre.
– Jamás tuviste en cuenta al espectador de tu obra?
– Mi único espectador creo que es la historia del arte. Y mi superyó. Me comparo tanto con los vivos como con los muertos. A la gente trato de transmitirle mi búsqueda.
– Dame ejemplos de los pintores vivos.
– Los buenos: Macció, Noé, Benedict.
– ¿Qué signó esa etapa de prolijidad en tu obra?
Me refiero a las rayitas.
– Creo que fue tomar distancias de una pintura salvaje. Que todo pasara por mi cabeza. Pero descubrí que la razón produce un arte razonable.
– ¿Tuviste que prescindir de algo para concretar tu obra?
– Sí creo de mi educación y de los valores estéticos. Y tuve que incorporar la aceptación de mis propios procesos. ¿ Sabés por qué creo que Rómulo Macció es un gran pintor? Porque se permite cuadros malos.
– Cuando abriste las rayitas entró el bosque en tu pintura. ¿Qué significa?
– Creo que los bosques son la fuga de un mundo ideal. El refinamiento es obsesivo y mi ejercicio, actualmente, es ser cada vez más real.
-¿Cómo empezaste a pintar?
Creo que fue a los siete en el colegio. Pero todos los recuerdos de mi infancia tienen conexión con la pintura. Me acuerdo de mí misma pintando siempre.
¿Estudiaste con alguien?
– Con Basaldúa estuve tres años. Y además hice mucha copia de modelo natural. Pero creo que siempre me autoeduqué. Incursioné por distintos idiomas de un mismo lenguaje: el mío.
– ¿ Y el color?
– El color en mí es natural. El color es un don.
-¿ Qué sentís frente al blanco total de una tela que espera ser usada?
– Pánico. Yo no bosquejo. Lleno. Y también retoco. Aprovecho lo de abajo.
Pero no me planteo el cuadro en la cabeza. Porque después de ir haciéndolo te das cuenta de que sale otra pintura. Creo que las ideas funcionan sólo en primera instancia. Después se enriquecen en la reparación del error.
– ¿Vos creés que la pintura es creación o transformación?
– Transformación . La creación es un instante psicológico necesario, pero que pertenece a los estados de ánimo. En cambio la realidad, la obra, es transformación. En el lenguaje hay creación. La imagen es la transformación de algo visto.
– ¿Qué es el lenguaje pictórico para vos?
– Creo que cuando uno pinta cuadros, cada uno es parte de un cuadro hipotético: el de toda su vida.
Cada obra es una faceta de la propia vida. Y el color en pintura es lo mismo que la palabra en poesía.
-¿ Y el estilo?
– Es una búsqueda. Si tomamos un ejemplo válido de esta búsqueda, debemos nombrar a Picasso.
-¿ Quiénes son tus pintores preferidos?
– Picasso por la búsqueda. Bonnard y Cézanne por sus estructuras.
Monet …que sé yo…¡Tantos!
– Salvador Dalí?
– No. Ahí tenés un ejemplo de astucia de la que hablábamos antes. Dalí es cincuenta por ciento de astucia. y cincuenta por ciento de academicismo.
-¿Y Miró?
– Creo que su pintura es chata. Y la pintura plana no me dice nada.
– Me voy a arriesgar con otro español contemporáneo: Antoni Tapies.
-¡Ah, sí! Ese sí me gusta. Porque mezcla imagen con el lenguaje. No podría ser de otra manera con él. Porque la imagen y la materia no pueden ascindirse.
-¿Y en poesía?
– A pesar de que lo leo muchísimo, la poesía me atrae menos. Por supuesto que me gusta Quasimodo, Saint-John Perse, Ezra Pound, Olga Orozco, Enrique Molina y Rodolfo Alonso. Pero ¿sabés qué pasa? Para esencial tengo la pintura.
– ¿ Y en música?
– Yo misma me grabo unos post-pourris para escuchar cuando pinto. No me gusta Pavarotti. pero sí la atmósfera de las arias conocidas que produce la ópera. Es como el vino dulce. Me gusta lo esencial y tengo cierto rechazo por lo difundido.
– Si tuvieras que definir tu rasgo esencial ¿cuál rescatarías?
– Creo que te lo dije Lo que más me importa es la verdad.
– Vuelvo a preguntarte ¿ Cómo ves tus cuadros colgados, a tu pintura ahí, en la pared?
– En el fondo no la soporto Porque es testimonio de lo que soy. De mi pelea con lo que quiero ser.
Texto: María Amelia Torralba.
Revista N° 2.