Inspiraciones / Orly Benzacar

El llamado de la estirpe. Por Marina Gambier Fotos Emma Livingston

La saga de la familia Benzacar bien podría asegurarle un destino centenario al emprendimiento que hace 52 años fundó la legendaria Ruth en el living de su casa en Caballito. Con el fallecimiento inesperado de su madre en 2000 y el país al borde de la crisis social, a Orly le tocó debutar en el capítulo más difícil de la trama. Pero tenía mucho resto para asumir la herencia y resignificarla. La galería Ruth Benzacar sigue siendo un faro dentro del mercado del arte local e internacional. “Mi musa fue mi casa: mi padre, que era un coleccionista sensible, y mi madre, que tenía un enorme carisma. Crecer en compañía de ellos fue maravilloso y la decisión de educarme en el arte fue una decisión de vida, sin dudas. Empezaron a comprar obras sin ninguna formación académica pero eran intuitivos, sabían mirar. Todo empezó cuando quebraron y tuvieron que salir a vender sus cosas. Los viernes hacían tertulias en casa y venían intelectuales, personajes rarísimos, tipos como Berni y de la Vega. Yo era una niña de 8 años cuando paralelamente a la escuela primaria me mandaron al Instituto Labarden. Esas horas eran para mí una fiesta” recuerda sentada en el living de su departamento. Una combinación de vitalidad y curiosidad infinita la impulsa a tomar riesgos, igual que sus progenitores. Hace tres años dio un golpe de timón al mudar el espacio de la calle Florida a un galpón reciclado en Villa Crespo y al apostar exclusivamente al arte contemporáneo, aunque eso significara descolgar muestras enteras sin haber vendido una sola obra. Hoy comparte la dirección del proyecto con su hija Mora. “Mi madre fue mi guía, mi socia. En su ausencia empecé a manejarme con mi criterio, que era muy distinto al de ella. De hecho muchos artistas se fueron. Pero no iba a transformarme en quien no soy. Decidí ir a favor de mi deseo porque creo que es una manera de honrar a mis padres. Si no me renovaba, hoy era una galería de viejos” dice y busca en el teléfono la imagen de su nieta Elisa, el próximo eslabón de la estirpe.

 

Jorge Macchi. “Los artistas son mi motor. Y sobre todo artistas como Jorge Macchi, un tipo que empezó en la galería y que siempre está generando ideas, proyectos, investigando. Tiene una vitalidad intelectual increíble, lo mismo Marie Orensanz y Liliana Porter, que cumplió 76 años y sigue haciendo obra, también Adrián Villar Rojas, un chico que descubrí cuando tenía 22 años y que ha hecho una maratónica carrera internacional. Todos ellos confirman que debo seguir siendo una galería contemporánea. Ese es el desafío mayor”.
La naturaleza. “Soy bióloga, estudié y me recibí, ejercí un tiempo mientras trabajaba con mi madre en la galería. La naturaleza es una fuente de energía para mí. Todos los paisajes me gustan: mar, montaña, valles. Hace un año nos mudamos con mi pareja a un departamento con enorme vista a los parques que diseñó Carlos Thays, sobre Avenida Libertador, y con solo asomar al balcón y ver las copas de los árboles ya me cambia el día. Hasta hace poco tuvimos una casa en el Tigre, en una isla. Es un poderoso energizante, aunque también necesito la dosis de ciudad”.
Elisa. “Más allá de que es un bombón, que es la más piola del mundo y dice cosas ocurrentes, la experiencia de la abuelidad es inexplicable. Es un sentimiento profundo que además está ligado a la trascendencia. Ver a los hijos de tus hijos es una manera concreta de comprobar que tu paso por este mundo tuvo sentido. Tiene 4 años. Viene mucho a casa, se queda a dormir, tenemos una gran relación. Y está creciendo en el mismo círculo donde crecí yo, y donde creció su madre: en el arte. Hace un tiempo se había lastimado la rodilla, entonces le pregunté ¿Elisa, cómo te lastimaste? Y me contestó Me caí en una muestra”.
Madrid. “Me gusta mucho Nueva York y cada vez que voy cruzo el puente de Brooklyn caminando, entre otros planes que siempre hago. Pero si tengo que elegir una ciudad, pienso en Madrid. Me siento a gusto siempre, es como estar en casa. Disfruto caminarla, pasear por el Prado, por el Parque del Retiro. Es una de las más viejas de Europa pero en los últimos veinte años se ha transformado en una ciudad muy cosmopolita. No solo me gusta su traza, sino la gente y su manera de vivirla”.

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Decoración 

Perfume de Mujer

Un piso ubicado en la Isla, detrás de la Biblioteca Nacional. Un pedacito de París, en Buenos Aires. Por Débora Campos Fotos Emma Livingston

Un mar de proyectos tiene ocupadas a las socias del Estudio Zunino + Grillo. “Estamos trabajando en desarrollos muy variados en Miami, Uruguay, Buenos Aires y otras ciudades del interior. La mayor parte son obras residenciales, pero también estamos embarcadas en proyectos comerciales que nos tienen muy entusiasmadas”, cuenta María Zunino. En este caso se trata de comprender los detalles de la reforma de un piso ubicado en la Isla, detrás de la Biblioteca Nacional “sin dudas, un pedacito de París en Buenos Aires”, como ella define. Queda en un edificio con características sólidas y de decidido estilo francés. Hasta ahí llegaron María y Geraldine para reunirse con su clienta, “una mujer joven apasionada por la lectura y la moda, madre de dos niños que, en el inicio de una nueva etapa de su vida, sabía lo que quería”. Las premisas: “Teníamos que lograr un hogar muy femenino y con un gran espacio destinado a los chicos que integrase el momento del juego, del estudio y de dormir”. Así, dueña de casa y profesionales armaron “un equipo de trabajo maravilloso: tres personas pensando el espacio, ya que la clienta participó activamente poniendo mucho énfasis en sus deseos”. Aunque el departamento estaba en perfecto estado, se pusieron manos a la obra para adaptarlo a las nuevas necesidades y plantear otra distribución. “El uso del color y el modo de aplicarlo fue un recurso importante porque al elegir tonos oscuros y pintar la caja completa, aportamos modernidad y a la vez elegancia y personalidad”. La comunión femenina fue clave para lograr una estética armoniosa, potente y afín a la personalidad de la propietaria.

En el living, sillón de Antonio Citterio, bar de Perkul Yoma, obra de Amaya Bouquet, colección de libros de la editorial Assouline.
En el comedor, mesa y sillas de Paola Navone para Gervasoni, bandejas de mármol y cobre de Perkul Yoma, candelabros Seletti y lámpara Grisin. En la pared se generaron zócalos donde apoyar las colecciones de platos y libros.

Decoración 

PASO A PASO

Ambientes fluidos para la vida social, la familia y la intimidad. Un departamento que convenció a los propietarios. Por Débora Campos

Sillas de Interieur Forma acompañan a la mesa de comedor inglesa que viene de familia.
En la zona de estar, mesas de Mesopotamia y un cuadro de Nicolás Bedel.
La cocina se equipó con muebles Lumina II de Johnson y artefactos Ariston.
En el baño, gran despliegue de mármol de Carrara. La bañadera es un diseño de Philippe Starck para Duravit.
En todo el departamento los pisos de roble se tiñeron de negro. Cuarto infantil con empapelado traído de un viaje por los dueños de casa. Sobre la cama con cabecera alta, lámpara colgante de La Feliz. La diseñadora Agustina Aguilar asesoró en este espacio.
Sillas de Interieur Forma acompañan a la mesa de comedor inglesa que viene de familia.

El departamento había convencido a los propietarios. La ubicación, la altura y las vistas sobre el Hipódromo y el Rosedal auguraban días de disfrute. Pero no había apuro. Por eso dejaron macerar la idea. Hasta que llegó el momento de tomar la decisión, y entonces convocaron a la arquitecta Lucía Korcarz, con quien encararon un cambio radical. “Creamos ambientes muy fluidos y elaboramos una propuesta más actual en la que tuviera protagonismo la vida social pero que al mismo tiempo permitiera el disfrute en familia y en intimidad”, explica Lucía.
Bajo estas directivas, los pequeños ambientes en los que la planta aparecía compartimentada fueron desapareciendo para dar lugar a las nuevas funciones, en sectores bien amplios. “Además, se limpiaron las molduras en general. Los baños, que eran mínimos, se convirtieron en cómodos espacios de relax”, agrega la arquitecta, que también tornó la cocina oscura y un poquito claustrofóbica en una zona de grandes aberturas, completamente blanca. La claridad conseguida encontró un aliado impensado: “Los pisos eran de roble de Eslavonia pero ya no podían volver a pulirse. Por eso decidimos pintarlos de negro. Ganaron mucho y lograron que se destaquen las alfombras”, describe Korcarz.
Partiendo de esta caja de contrastes, se avanzó sobre los ambientes. “Tenía como propósito crear nuevas situaciones. Por ejemplo el comedor dejó de tener un espacio protagónico para pasar convertirse en una zona entre el living y el estar, dado que es así como lo vive esta familia”. Otro buen ejemplo es el del baño principal. “Era chico y oscuro; diseñamos un espacio con una luz muy especial, con una bañadera exenta, ducha con jets, doble lavatorio y detalles casi de hotel”. Los propietarios aprecian la sensación de llegar a su casa y poder relajarse realmente. Porque lo bueno, algunas veces, necesita encontrar su momento.

Diseño 

Barrio Inglés

IGER Caballito Por Vanesa Bell

La primera vez que visité el barrio inglés de Caballito, fui en búsqueda de algo que me daría un ‘cheap fix’ de mi país materno. No sabía bien qué me esperaba, pero ya su nombre me seducía. Desde entonces he vuelto en dos o tres oportunidades, y siempre me provoca una cálida sensación de familiaridad con las calles afluentes de Londres: por la luz tenue del atardecer, las lámparas de los porches y el baldaquín arbolado de sus calles principales, siento que tranquilamente podría estar en Hampstead o Notting Hill.

Este barrio consta de una zona de seis manzanas delimitadas por las calles Valle (al norte), Del Barco Centenera (al este), Emilio Mitre (al oeste) y la Avenida Pedro Goyena (al sur). Las casas se caracterizan por su impronta anglosajona con influencias Tudor, góticas e incluso italianas. Es el resultado de un plan para construir viviendas accesibles a comienzos de los años 20, iniciativa que llevó a cabo por el banco El Hogar Argentino, con proyecto del ingeniero Pedro Vinent y de los arquitectos Lanús, Molina, Parodi y Figini –cuyos nombres aparecen instriptos en las fachadas de muchas de las casas. Fue allí donde se instalaron, junto con sus familias, los ingenieros ingleses a cargo del primer tramo del ferrocarril Sarmiento.

A lo largo de estas pocas cuadras el silencio es palpable. Se escucha el zumbido de una abeja, el crujido de una hoja de otoño, el susurro de la radio de los vigiladores de alguna esquina. Por estas calles angostas corre el viento pero no el tiempo. Es que el barrio, ajeno al ritmo alocado a sus alrededores, parece dormir una siesta perpetua.